Querida hermana:

Eres preciosa. No lo digo porque tengas unos ojazos enormes y expresivos, ni por tener una sonrisa con una luz que ya quisiera Europa del Norte. No lo digo por tu nariz, que sabemos ambas la envidia que me da, ni por tu piel que no ha conocido un grano en su vida. No lo digo porque casi no necesites depilarte, ni porque seas alta y se te vea de lejos. Lo digo porque lo eres, y punto.

“Ya, claro, qué me vas a decir tú, que eres mi hermana… Me ves con buenos ojos”. Te veo con buenos ojos, claro que sí, porque es la única manera que hay de verte. Y sé que no te crees que no soy la única, encerrada en tu pequeña visión de ti misma.

De verdad, nadie se fija tanto como tú en tus kilos, que a ti te pesan como toneladas. La gran mayoría va más allá para centrarse en lo que tienes que decir, que yo sé que es mucho. Y cuando intuyen tu carácter fuerte, ¿has notado cómo muchos buscan tu aprobación, ganarse tu visto bueno? Ambas sabemos que puede ser un desafío, pero es un reflejo de admiración, de que han sabido percibir que ahí dentro hay una tiaza.

Me encantaría que dejaras de preocuparte y pudieses aprender a quererte por como eres. Me arrancaría los ojos si pudiese dártelos y así hacer que te vieses como te veo yo, como te vemos los pocos que tenemos la suerte de conocerte por dentro. Me encantaría que pudieses amanecer cada día dando gracias por tener un cuerpo sano que te lleva donde quieres, que te permite conseguir todo lo que te propones, que te ayuda a pasarlo bien cuando se puede, que es operativo al 100%, que se mueve con sentido y que sí, ES BONITO, ES SENSUAL, ES ATRACTIVO. Que pudieses por fin dejar de lado esa losa que te pesa tanto y pudieses por fin ir por ahí diciendo: “Estoy gorda, ¿y qué? Eso no me hace más infeliz que a nadie”, y que fuese verdad.

Cuánto me gustaría que entendieses de una vez que sí, estás gorda, pero también eres preciosa y, sobre todo, que eres muchísimas cosas más.

Tu hermana pequeña.

Alessia Calderalo