Videojuegos. Esa palabra que hace años espantaba a las chicas, conquistaba a los hombres y cabreaba a las madres. En la actualidad es un sector que genera más dinero que el cine y la música juntos, que inspira a diseñadores de moda (o eso creen ellos) y que alimenta a miles de «youtubers», especialistas, profesionales del mundo competitivo y…. a mí. Si, efectivamente, soy chica y trabajo en el sector de los videojuegos. Bueno, para mi madre no, claro. Está deseando que me dedique a algo serio y no «a esos jueguicos que te van a dejar la cara de cuadrada como la pantalla». Da igual mamá, te quiero igual.

El caso es que soy una mujer en un mundo de hombres. Como bien sabéis, al igual que una mujer puede llegar a morder en una cocina si tocan su puchero mientras ella cocina, o en el baño con el neceser de cremas (son toooodas mías, ¡ni las mires!), entrar en un mundo que por historia siempre ha sido masculino, es entrar en la boca del lobo. Y es un lobo muy voraz.

Desde pequeña me gustan los videojuegos, y gracias a mis estudios pude transformar mi pasión en mi profesión. Hace ya tres años que comencé este largo camino de píxeles, y aunque me he tropezado con algún que otro Final Boss bastante tedioso, no tengo mucha queja. Lo que sí tengo es bastante experiencia sobre el papel de las mujeres en este sector, en el que jugamos con un nivel de dificultad muy superior al de nuestros colegas los hombres. No voy a dar un discurso feminista, porque no creo que todo sea tan negro para las chicas (¡ni rosa, que conste!). Cada vez somos más, tanto a los mandos como en el terreno profesional… y eso comienza a notarse. Para bien y para mal.

Además de escribir, analizar, guionizar, grabar, editar vídeo, diseñar…también soy presentadora. Esto, en resumidas cuentas, supone exponerse al público. Plantarse y decir: «Hey, aquí tenéis mi cara, mi cuerpo. ¡Qué comiencen los juegos del hambre para opinar sobre lo que digo, sobre lo que hago, sobre mi físico, sobre lo que os brote! ¡Es gratis!» Y creedme, hay mucho hambriento y las opiniones crecen como setas. El campo de cultivo que ofrece Internet no tiene límites.

¿Una chica jugando? ¿Una chica hablando de videojuegos? ¿Pero qué clase de brujería es esta? Aunque cueste creerlo, en pleno s.XXI, el «vete a fregar que es lo único que sabes hacer» se sigue leyendo, (quizás no tan bien escrito a nivel ortográfico, ya sabéis). También, por supuesto, el «Enseña las tetas», el «ponte escote «, el «¿A quién te has tirado para estar ahí?». Es un drama que chavales tan jóvenes como son los que consumen videojuegos tengan ya de serie tantos prejuicios pero, aunque os cueste creerlo, esto no me molesta. Evidentemente a veces toca las narices, eso es cierto, y dan ganas de gritar: «Cinco años de carrera, 25 de experiencia jugona… ¡Céntrate en mi trabajo y no en mi cuerpo, idiota!» pero ciertamente por cada comentario negativo hay varios positivos. Además hay criticas muy constructivas que te ayudan a mejorar realmente, y esos e agradece.

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Pero a lo que voy no es a las criticas o al «machismo», de lo que se podría sacar un libro sin duda alguna, con experiencias, anécdotas y frases hilarantes… Más bien me gustaría mostraros al peor enemigo de una mujer en este mundo de hombres: otra mujer.

Sí, así es. Que no os engañen. Somos pocas, deberíamos estar unidas y apoyarnos las unas a las otras para poder crecer, para poder decir: ¡aquí estamos! pero no… «¡pa qué!» Las mujeres somos las primeras que criticamos, analizamos, compramos… y vamos a la yugular si hace falta. Y sí, hablo por experiencia propia. Es cierto que alguna vez me he descubierto mirando y maquinando confabulaciones tediosas contra alguna pobre moza, ¡no lo voy a negar! pero se me ha pasado rápido… Lo que sí he vivido mucho en mis propias carnes es sufrir las envidias y críticas de otras chicas en este terreno. Los «estas ahí por enchufe», los «te has liado con tal o cual», los «eres una calienta», los malmetes…

Porque, aunque los hombres sean muchas veces torpes en el trato a las mujeres, quizás en ocasiones abusones, otras veces ofensivos… lo que es muy cierto es que, sin lugar a dudas, el peor enemigo de una mujer es en muchas ocasiones otra mujer. Y lo que más daño hace a una mujer, que lucha haciendo bien su trabajo, que pelea por ser considerada igual que sus compañeros a base de currar como una loca e ir a más, es que otra mujer utilice todas las virtudes y debilidades de nuestro género para beneficio propio. Eso, queridas, es jugar sucio y dejarnos mal a todas.

Así que, para concluir, mi recomendación de hoy es que les quitemos la diana a los hombres, que muchas veces les autoimponemos, y nos miremos el ombliguito  y el de las que tenemos al lado. Descubriremos quizás que la vida en modo cooperativo (hombres y mujeres) es mucho mejor que jugar una campaña sola y ver enemigos hasta en la sombra.  GG ;) (¡Good Game!)

Autor: Inés Barriocanal