Siempre igual. Siempre la puta cobardía que hace que me quede con las ganas. De salir, de disfrutar, de vivir. Esa cobardía que viene de la mano de la inseguridad, de la falta de autoestima, de las ideas que me fueron metiendo en la cabeza. Vienen todas de la mano, haciendo una barrera alrededor de mis ideas, ilusiones, ganas, provocando que estas se queden agachadas, dentro de ese círculo y haciéndose cada vez más pequeñas, más insignificantes.

Una cosa es ser tímida; otra ser reservada; otra ser insegura y otra, muy distinta es ser cobarde. Pues, yo soy eso. Cuando se es así pero no se necesita nada “del exterior” para ser feliz, no hay problemas, eres feliz en tu soledad y recogimiento. El problema es que hay una parte de mí, más grande de lo que nadie puede imaginar, que necesita “del exterior”.

Necesito hablar con otras personas, necesito salir, necesito conocer lugares y personas diferentes, necesito bailar. ¿Cómo se consigue todo esto teniendo esa barrera?

Lo peor de todo es que soy consciente de ello. Sé que soy una cobarde, pero no por elección propia. Hay quien dirá “puedes cambiar”. Sí, es tan fácil decirlo como difícil cambiar. ¿Por dónde se empieza un cambio así? Cada vez consigo ser menos tímida, menos insegura (no dejaré de ser reservada, no creo que deba dejar de serlo), pero la cobardía sigue ahí, todo el tiempo, es como un Pepito Grillo negativo que me dice siempre la parte negativa de todo, la parte mala, que me recuerda ideas impuestas, imaginaciones, que provoca que siempre, siempre, aunque ya me haya decidido, me eche a atrás.

No quiero ser así, ODIO ser así. Quiero dejar de ser cobarde, hacer aquello que me apetezca; quiero no pensar tanto y hacer más. Pero siempre que me surge una idea, me basta con pensar en qué dirían las personas que me conocen, que me rodean y ahí es donde la barrera aparece de nuevo, reforzada.

Siempre me ha afectado lo que piense/diga la gente de mí, sigue haciéndolo. En este caso, me perjudica, porque tienen una idea de mi, me han etiquetado, encasillado. Tienen una imagen: tímida, reservada, insegura y prudente. Una imagen tan fuerte, que a mí, siendo tan cobarde, me resulta imposible de cambiar. Pienso que el mínimo cambio que haga, provocará comentarios que al escucharlos me afectarán demasiado.

Eso es cobardía. Miedo a lo negativo, a lo que no me gusta, a lo que me duele. Así siempre. Por miedo, dejo de hacer, de decir, a veces, hasta de sentir.

De pequeña me imaginaba a los 25 (siempre me llamaba la atención esa edad). Veía a una persona que dista de la que soy. Solo la esencia es la misma. Lo demás, nada que ver. Y siento pena. Pena de ver que no me he convertido, a mis 24 y más que y medio, en lo que quería, en lo que quiero. Me he quedado atrapada. “Es una chica muy madura”, “tiene la cabeza muy amueblada”. Sí, es cierto, he madurado, pero no he evolucionado; no he crecido. Me he quedado en la inseguridad y cobardía que tenía a los 13 y así, no llego a ninguna parte. O al menos, a donde yo quiero, a donde quería.

Anónimo