Cuantas veces he escuchado a chicas delgadas decir que desearían un culazo para poder moverlo en las discotecas y pavonearse como si de Beyoncé se tratase. Cuantas veces he escuchado decir a delgados que desearían pesar 60 kg y poder presumir de músculo por las calles de su ciudad y cuantas veces he escuchado a gordos -entre los que me incluyo- reñirles e incluso mirarles mal por que ellos están dentro de las medidas ideales marcadas por esta sociedad.

 

Muchas veces deseamos un cuerpo que no tenemos, en ocasiones quizá intentamos de cualquier manera cambiarlo solo por entrar en esos pantalones o ese maravilloso vestido. Eso es exactamente lo que quieren que hagamos, es la sociedad la que nos impone que talla y medidas debemos tener, la ropa que debemos llevar e incluso qué debemos pensar. Pero además una vez hemos alcanzado esa figura casi imposible, nos dicen que debemos mantenerla. Sí, que debemos de mantener el yate del dueño de las grandes líneas de gimnasios o de batidos energéticos.

Lo que quiero decir es que debemos aprender a estar a gusto con nuestro cuerpo, que lo importante es estar saludable. Porque la belleza, quiera quien quiera y pese a quien le pese está en la mente y no en la opinión de 4 mindundis.

 

Para eso ya estamos nosotros, para cambiar absolutamente todo lo que se ha establecido, para exigir que se amplíe el tallaje de ese hermoso vestido y que tú también puedas lucirlo. Estamos para enseñarle al mundo que somos más que cuerpos, que somos ideales, que somos letras e ideas, que somos poesía.

Somos los dueños de nuestros cuerpos y por ello debemos aprender a adelgazar con la mente, a adelgazar esos grandes y espantosos complejos que nos limitan cada día a salir a comernos el mundo. No hace mucho escuché que ya hay en el mundo suficientes personas que nos limitan como para encima limitarnos nosotros con nuestro yo interior. Es díficil, pero merece la pena.