¿No os ha pasado nunca que habéis mirado a vuestro hermano o hermana y habéis pensado “¿cómo podemos este ser y yo compartir genes? ¿Cómo hemos podido salir del mismo útero?” Todo le queda bien, se ponga lo que se ponga, y tú mientras delante del espejo buscas un motivo para no salir a la calle en pijama, ¡total lo vas a lucir igual! (de mal)
Llega el momento foto, y es capaz de hacerse 3500 selfies y salir perfecta hasta en el que sale con un ojo bizco, el pintalabios corrido y restos de la tarta que tú, intencionadamente, le has untado para ver si así consigues uno en el que no sea ella la que brilla con luz propia. Pero ni por esas. En cambio tú, si tienes un buen día, consigues una foto en la que sales más o menos decente después de 3500 selfies en los que pareces Yoda de Star Wars que, por supuesto, has procedido a borrar después. Esta la guardaras como oro en paño y pasará a ser la foto perfil de todas tus redes sociales.
¿Y por qué ella no se cuida y con dos tonterías que se hace antes de salir de casa parece siempre sacada de una revista de moda y yo, que sudo lo mío para encontrar un modelito que me convenza, arreglarme el pelo y que no parezca un estropajo y conseguir que las dos rayas del eyeliner me queden igual, parezco siempre la de la foto del antes?
Entonces, con muy mala leche, le dices: ¡Que sepas que eres adoptada! Y oye, aunque tú sepas que no es así, te quedas más tranquila. Porque ¿qué otra explicación lógica le encuentras a eso?
Si no coincidís en gustos, una es un desastre para todo y la otra está más cerca de ser Don Limpio que vuestra propia madre, la una hace y la otra deshace, una espera toda la semana a que llegue el sábado por la noche para salir de fiesta como si no hubiera un mañana y la otra se muere por pillar el sofá, la manta y fundir el mando de la tele.
Pero vuelves a mirarla, y aunque seáis como la noche y el día, te das cuenta de que hacéis el tándem perfecto y que sería muy aburrido que las dos salierais bien en las fotos, porque además ¡Yoda mola mucho!
