Cuando hay una buena racha siempre llega el día. Ese día que te rompe los esquemas, que te tira por el suelo y te repite una y otra vez que no puedes, que no lo vales. Ese día que cuando has recorrido un largo camino, has logrado parte de tus objetivos, hace que lo abandones todo y te rindas.

Desde que tengo uso de razón sufro de esta enfermedad tan común y tan triste de no tener amor propio y claro, he tenido este día a puñados. Cuando empezaba a creerme que lo valía, que ¿Qué importaba mi físico?, que a la mierda lo que opine la gente, llegaba ese día a destrozarlo todo. Hoy, es uno de esos días. Con las mismas características que los  muchos otros que he tenido, pero completamente diferente. Diferente porque he aprendido a ver las cosas como son (o al menos como quiero que sean) y no como mi enanito destructor interior quiere que las vea.

Para empezar antes no creía que lo valía, ahora lo creo fervientemente. Lo valgo, y mucho, igual que lo vale cada persona de este mundo a su manera.

Mi mayor error, pensar ¿Qué importa mi físico? Sí importa y sobre todo importa quererlo y respetarlo, aprender a ver tus virtudes (porque aunque en días como estos no las encuentres por ningún sitio, te aseguro que están ahí) pero sobre todo a aceptar tus defectos y aprender a quererlos. Muchas veces esos defectos son lo que nos hacen especiales y otras muchas veces no somos objetivas y creemos que son mucho peor de lo que en realidad llegan a ser.

Y lo de que te la bufe un poco mucho que diga la gente es lo mejor que os puede pasar. Es muy difícil, y yo misma no puedo evitar que de vez en cuando alguno de esos comentarios me afecten más de lo que deberían, pero sí que puedo asegurar que desde que me importa menos los comentarios destructivos (aunque sean los típicos de ‘te lo digo por tu bien’) soy mucho más feliz.

Este día es inevitable, los días de bajonazo siempre están ahí como la menstruación, pero tú eliges si lo quieres pasar auto-flagelándote pensando en la caca de vida que tienes o si por el contrario lo quieres aprovechar y darte cuenta de todo el camino que has realizado, lo que has conseguido y lo que aún te queda por conseguir. Yo prefiero verlo como una oportunidad de hacerme aún más fuerte y darme cuenta que cuando tengo miedo a perder algo, es porque tengo muchísimo más.

Autor: Laura Prieto