Estoy muy indignada. Hace un rato llegaba a mis manos este artículo de El País, con un títular la mar de inquietante: ¿Deben tener sanidad gratuíta los fumadores, los obesos y los bebedores?. En el que el autor, a raíz de una encuesta realizada por REIsearch para conocer mejor las enfermedades crónicas, se dedica básicamente a criminalizar a la población por sus malos hábitos. O eso parece.

Las autoridades europeas están desbordadas por el desafío. Por un lado, los ciudadanos tienen derecho a recibir servicios públicos de calidad, como la asistencia sanitaria. Por otro, existe la responsabilidad individual de matarse a uno mismo, muchas veces a sabiendas. No fumar, evitar el abuso del alcohol, desdeñar la comida basura y realizar media hora de ejercicio al día podría prevenir el 80% de los nuevos casos de enfermedades cardiovasculares, infartos cerebrales y diabetes tipo 2, según la Organización Mundial de la Salud. Así de fácil.

Así de fácil. Porque claro, lo de siempre, todos los gordos nos pasamos el día ingiriendo toneladas de comida basura y lo único que tenemos que hacer es cambiar nuestros hábitos para no salirle tan caros a la sanidad pública. Tras un velo de buenismo buenrollero se oculta, una vez más, el hecho de que no somos personas, somos mercancia defectuosa que hay que desechar. Por un lado tenemos derecho a unos servicios públicos de calidad, pero por otro le salimos carísimos al estado y eso no puede ser porque es muy poco rentable. Apliquemos la misma lógica a todo, a las barbaridades que el sistema nos obliga a cometer cada día, seamos justos. Hablemos de las personas que practican deportes de riesgo, de los que se meten anabolizantes como si no hubiera mañana, de las personas delgadas pero con unos índices de colesterol brutales por herencia genética, de las personas que práctican sexo de riesgo o de las que terminan cayendo en trastornos alimentarios por culpa de las presiones sociales entre otros muchos factores. Y hablemos de cosas más sencillas, como ya hizo mi compi Carla Potter en este artículo.

Estamos de acuerdo en que el mundo sería un lugar mejor si no se abusara del alcohol, ni del tabaco, y si todos estuvieramos perfectamente sanos y en nuestro peso. Pero amichi autor del artículo, como bien concluye Nuria Zuñiga al final de tu artículo, “No se puede juzgar a todas las personas con un mismo rasero. Hay pacientes de lupus [un trastorno en el que las defensas del organismo atacan los tejidos sanos] que no pueden hacer ejercicio. No tiene sentido que encima paguen más por no llevar un estilo de vida saludable”. Y esta opinión es extrapolable a absolutamente todo: no se puede coger una vara de medir (muy sujeta a la moral capitalista por otra parte) para juzgar de manera superficial la situación vital de cada uno. Está muy bien fomentar, desde las autoridades, un estilo de vida saludable para todos porque es ganar en calidad de vida y en felicidad. Pero no se debe caer en la falacia de que los gordos estamos gordos porque nos sale del mondongo: inviertan en salud mental que es lo que a veces hace falta para poder salir de la espiral autodestructiva que puede terminar siendo la obesidad o el alcoholismo, pero no criminalicen por favor y menos en un sentido mercantilista.  Así de fácil.