Julia y yo somos amigas desde primero de la ESO. Coincidimos en el Instituto y nos hicimos inseparables desde el principio. No voy a mentir, una de las cosas que más nos unió fue el hecho de que las dos usábamos una talla mayor a la 40, por lo que nos enfrentábamos juntas a los dramas adolescentes del tipo: mi culo no entra en Zara.

Ahora tenemos 27 años y la vida medio encaminada pero seguimos siendo amigas, o al menos lo éramos hasta que mi Julia se ha vuelto loca del coño con el tema del fitness.

Las dos hemos hecho trescientas dietas, algunas de ellas juntas pero nunca definitivas. La Dukan, la disociada, la de la alcachofa… bajábamos unos kg que luego recuperábamos a base de cañas y bravas. El ciclo sin fin. Y por el camino yo aprendí a encontrar la felicidad en mis 80kg, que aunque no son los ideales para mi estatura, tampoco me suponen un problema de salud. Pero ella no, ella siguió obsesionada con la idea de adelgazar y mira chica, estupendo. Somos dos personas independientes con vidas diferentes y distintos objetivos. Si para ella su prioridad es adelgazar yo la apoyo y santas pascuas.

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La mierda es que hace unos meses se le ha ido de las manos. Se abrió una cuenta ‘healthy-fitness-blablabla’ en Instagram y descubrió una pandillita que le ha ido lavando el cerebro. Las únicas conversaciones que sabe mantener con alegría son sobre comida de dieta o sobre rutinas de gimnasio. No quiere saber nada de planes que impliquen algo que no sea deporte y lo peor de todo, nos mira mal a todos los que no le seguimos el ritmo, especialmente a mi.

Apoyándose en el tema de la salud, se dedica a echarme en cara esa cervecita que me tomo y esas patatas fritas que la acompañan. No puedo salir con ella sin que tarde o temprano salga el tema y me recrimine el hecho de que no quiera unirme a su mundo fitness. Que si mira que bien estoy yo ahora, que si no te cuesta nada quitarte de esto y de lo otro, que si de verdad que el gimnasio te va a enganchar, que si mira que mi entrenador es tan majo que igual hasta te enamora.

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Déjame en paaaaaaaaaaz

¿Y sabéis que pasa? Que yo estoy estoy hasta el higo, y cuanto más intenta arrastrarme hacia su terreno, más rabia me suscita. Entiendo que es su nueva opción de vida y que ella ha encontrado su camino, pero el hecho de que intente imponérselo a todo el mundo me da dolor de cabeza. ¡Parece una puta secta!

Y no, no quiero renunciar a mis vermuts para en vez de pesar 80 pesar 75 (que es lo máximo que puedo adelgazar si me pongo a tope), porque a lo mejor para mi le dan sentido a mi vida. No me juzguéis, pero es la puta verdad. Que a mi me parece estupendo que ella quiera pasar el domingo sudando entre 4 paredes y haciendo 3 clases de spinning seguidas, pero yo me mareo solo de pensarlo y prefiero encajar mi culo en una silla de terraza y charlar como una cotorra con mis colegas birra en mano hasta que se acaben los temas de conversación. Cuestión de prioridades.

Ni su mundo es mejor que el mío, ni el mío mejor que el suyo. La diferencia es que yo no trato de hacer que se sienta mal (llamándola PESADA, por ejemplo), pero ella sí intenta hundirme consiguiendo que a veces me entren ganas de no verla más, porque cada vez que quedamos me siento una fracasada que en vez de mancuernas solo levanta vasos de cerveza.

He intentado hablar con ella por las buenas, pero le quita importancia diciendo que para nada está obsesionada con el tema, que son cosas mías. ¿Qué coño hago con mi amiga?

Anónimo