Deja de culpar a las personas de tu pasado de tus errores del presente porque ellas no van a venir a solucionártelos. Tu primer novio fue un capullo, te puso los cuernos y por eso eres tan desconfiada; tu madre siempre criticaba cada cosa que hacías y por eso ahora eres insegura; tu mejor amiga parecía una santa, pero te apuñalaba por la espalda en la menor ocasión y por eso ahora te cuesta tanto hacer amigos. Si nos ponemos te aseguro que encontraremos culpables de todas nuestras cagadas, limitaciones y defectos. Es lo que tiene ser de carne y hueso, que no nacemos inseguros ni desconfiados, sino que nuestras experiencias modelan nuestra personalidad, una especie de dibujo en blanco y negro que poco a poco vamos coloreando.

El problema es que por mucho daño que nos hayan hecho y por muy grande que sea la influencia de las personas de nuestro pasado en nuestro comportamiento del presente, ellos no son los que tienen que lidiar con sus consecuencias. Culpar a los demás, aunque sea con razón, es una forma de no asumir nuestra responsabilidad. Al final no buscamos una solución y nos limitamos a colgarle el muerto a otro y a barrer la mierda bajo la alfombra.

Las personas del pasado pueden ser causantes de nuestros miedos y de nuestra predisposición a actuar de determinada forma, pero no son los responsables de nuestros actos ya que eso es algo que nos concierne solamente a nosotros mismos (y a la gente de nuestro presente, que ya sabemos cómo es eso de la influencia social).

Con esto no quiero decir que debamos cargar con toda la culpa de nuestros errores, sino que debemos ser consecuentes y aceptar la parte de responsabilidad que nos corresponde. A fin de cuentas, si todo fuese culpa de los demás, ¿qué papel tendrías tú en tu vida?

Tenemos que poner un poquito de nuestra parte en el arte del autoconocimiento y parte de ese arte consiste en ser sincero con uno mismo y reconocer que no se es perfecto, que todos cometemos cagadas, pero no nos hace ser mejores ni peores personas, ya que es nuestra forma de solucionar los errores lo que nos define como personas.

Distingue entre aceptar la responsabilidad y martirizarte. Lo primero te hace ser más autocrítico y consciente de ti mismo y te ayuda a mejorar; lo segundo puede provocar frustración, tristeza y aislamiento social.

No busques culpables, busca soluciones

Cuando algo va mal es muy sencillo dar la vuelta a la situación para encontrar un culpable. Al final hacemos lo que sea con tal de no mover el culo hacia la resolución del problema en sí. El conflicto genera en nosotros una sensación de incertidumbre, de que algo va mal o está por resolver y nuestra mente, que no aguanta esa situación, se pone a buscar formas de poner punto final a la incertidumbre. El problema es que la mente es un poco vaga y siempre va a escoger la alternativa que menos esfuerzo conlleve.

OPCIÓN A: resolver el problema. Eficacia del 99% a largo plazo. Esfuerzo del 99% a corto plazo.

OPCIÓN B: buscar un culpable al que colgarle el muerto. Eficacia del 1% a largo plazo. Esfuerzo del 1% a corto plazo.

Efectiviwonder, la opción b es mucho más inútil a largo plazo, pero el esfuerzo necesario para llevarla a cabo es mucho más asequible, así que nuestra vagancia mental gana en este combate.

Con el tiempo nos damos cuenta de que no hemos solucionado nada, sino que hemos puesto un parche provisional -y acaba pasando lo mismo que con las tiritas más baratas del supermercado, que se despega-.

Siempre podemos mejorar

Aunque ahora mismo pienses que “la vida te ha hecho así y no hay nada que hacer”, lo único que no tiene solución en este mundo es la muerte. Ser celosa, insegura, tímida o desconfiada no son atributos inamovibles de nuestra personalidad. Se pueden trabajar y aunque hace falta mucho esfuerzo y compromiso, el cambio está en nuestra mano. Si crees que no tienes las herramientas necesarias para cambiar por tu cuenta pide ayuda, ya sea a un amigo, a un familiar o a un profesional de la salud mental.

@ManriMandarina