Se cuenta por ahí que hubo una vez una chica que dejó su trabajo. Aquí me tenéis, esa soy yo, claro que sí. Y no penséis que lo hice en la época dorada de nuestro país, aquella en la que te decías muy segura: si no encuentro de una cosa encontraré de otra, no pasa nada, a mí no se me caen los anillos. No, no hablo de esa época, hablo de hace unos meses, en plena vorágine de la mierda crisis. Pero venga, vamos a darle más emoción, me acababa de mudar a un piso nuevo. Sola. Todo como muy guay.

Os pondré un poco en antecedentes, llevaba tres años trabajando en algo que no tenía absolutamente nada que ver con mis estudios, hasta aquí todo bien, yo siempre he sido positiva y me lo planteé como la oportunidad de adquirir experiencia en otro ámbito. Para positiva yo, y además hasta me lo creía cuando lo decía en alto. Pero, ay amigas, lo que yo no esperaba (pero debería) es que me iban a tratar como la última mierdilla, un despojito humano, el felpudo. Así que bueno, supongo que un día llegué con los ovarios on fire al trabajo y me planté. No, no estaba borracha.

Aquí aparece la primera pregunta que te hace cagarte un poco de miedo: ¿tendré que volver a casa de mis padres? A ver, que nos llevamos todo lo bien que una familia se puede llevar, pero es que es pensar en volver a hacer la mudanza y me entran sudores fríos, sobre todo porque todavía tengo la imagen grabada a fuego de mi padre subiendo cuatro pisos, deslomado, todas mis maletas, y pues bueno, digamos que es algo que no quiero volver a ver, a poder ser en lo que me quede de vida.

Y después de este dramita llega el dramón de verdad. Llamadme tonta, yo lo hago, no por dejar un trabajo en esta época, que de eso no me arrepiento (mucho), soy hiper tonta por volver a pensar así como en rosita y creer que iba a encontrar trabajo en menos que canta un gallo. Pero vamos a ver, ¿por qué coño pensaba yo eso? Pues yo que sé, pero todos estos datos que os cuento apuntan a que tengo momentos en los que me creo un ser superior tocado por una varita mágica, que oye, no me habrá dado un cuerpo ni una cara diez pero algo me va a dar. Seguro. ¡¡¡Mis ovarios!!!

El tiempo pasa y no encuentras nada, y te replanteas otra vez LA DECISIÓN que has tomado. Y piensas: mierda, joder, pues igual no estaba tan mal en ese trabajodemierdaprecariodeloscojones, ¿no? Aquí quería llegar yo, por mucho que nos digan que hay que aguantar, que no es el momento de abandonar, no es momento de ser valientes y arriesgar, sí que lo es, es el momento si tú así lo decides, sé que toda esta dignidad y felicidad no ayuda a pagar las facturas (ni ropa nueva, ni maquillaje, muy a mi pesar) pero si que ayuda mucho a que tú te sientas infinitamente mejor. Ayuda a dormir mejor, comer mejor, relacionarte mejor, verte mejor, en definitiva a vivir muchísimo más feliz, y eso, eso a mí no hay ya crisis de mierda que venga y me lo quite.

Autor: Lorena Ramírez