Los amigos son la familia que se escoge, pero… ¿quién no tiene un primo unineuronal o un amigo toca cojones? Sí, tú también, no te escondas. Todos hemos conocido a algún espécimen capaz de sacar nuestros instintos más primitivos, y ahora que lo vemos con perspectiva pensamos: «menudo hijo de puta», pero en su día fuimos tan adictos a esa relación como Lara Serodio a la Coca-Cola.

Un amigo tóxico aparece cuando menos te lo esperas, puede llamar a tu puerta durante la adolescencia -cuando coleccionábamos amigos como si fuesen pokémon-, o bien entrados los treinta. Es cierto, con los años perfeccionamos nuestro radar ahuyenta-gilipollas, pero los amigos tóxicos se adaptan. Siglos de evolución han hecho que desarrollen un mecanismo para camuflar su fuerte potencial hijoputesco.

bad-friend

Es hora de que cortes los lazos con ese pseudoamigo que te arrastra hacia inframundo. No te sientas culpable, no eres una mala persona por muy mal que él te haga sentir cuando tardas más de cinco minutos en escuchar sus audios de WhatsApp -aunque lleves currando desde las ocho y no tengas tiempo ni para comer un mísero sándwich de cangrejo de máquina-.

Cuando somos críos estamos convencidos de que la amistad es eterna, y que nada ni nadie puede romper una pinky promise de best friends forever. Lo que nuestro «yo» de 12 años no sabe -y nosotros, creciditos, seguimos olvidando- es que las personas cambian, que dos amigos que parten del mismo punto pueden acabar en lugares completamente diferentes, que a veces la intención no es suficiente, que incluso en quien confiamos puede hacernos daño, que decir adiós puede ser necesario para avanzar.

pocahontas-bye-bitch

Decir “hasta nunqui” a quien hemos querido, y probablemente sigamos queriendo porque somos así de masoquistas, es doloroso pero las amistades son como las tetas, a veces se caen y a veces son de pega.

Las 7 amistades más tóxicas

  • Las que son una competición

Una cosa es que en vuestra relación os motivéis mutuamente para avanzar, y otra muy distinta es que convirtáis cada situación en una competición, sobre todo cuando entra en juego la envidia y los engaños para obstaculizaros mutuamente. Esa constante necesidad de demostrar que eres mejor que la otra persona no es amistad, es tu ego pidiendo una paja. Si tu amigo utiliza todas tus caídas y defectos para compararse contigo y así sentirse más pro, tal vez debes recordarle que la amistad es potenciar en vez de boicotear.

Hace un año, cuando todas mis amigas se fueron a vivir fuera, empecé a salir con una amiga de una amiga que de vez en cuando salía con nosotras. Mis amigas me advirtieron que tuviese cuidado, que era bastante rara y que se peleaba a muerte con todos los que se le acercaban, pero no hice mucho caso porque me pareció simpática. Tenían razón.

Al principio era la hostia, estábamos juntas siempre, nos ayudábamos si hacía falta y nos lo contábamos todo, pero a los 5 meses empecé a notar cosas que no me gustaban nada. Vi que tenía una dependencia enfermiza conmigo, me controlaba todo, hasta a quien agregaba al Facebook o mis últimas conexiones del WhatsApp, y criticaba absolutamente a todo el mundo y quería enfrentarme con gente de confianza inventándose cosas malas. Luego me enteré de que hacía lo mismo con la otra gente, y por su culpa tuve movida con dos chicas porque “me quería solo para ella”. Intentó malmeter con un chico que estaba conociendo porque pensaba que si yo me echaba novio ella “se iba a quedar sola”, pero no tenía ningún reparo en tontear con los tíos que a mí me gustaban. Cuando nos encontrábamos de fiesta siempre se acababa enrollando con los tíos con los que me veía ligar. Después me contó que tenía una enfermedad degenerativa que resultó ser mentira, supongo que no quería que cortase la amistad y se invento eso para darme pena, y cuando yo me cabreaba o quedábamos con más gente y pasaba de ella, montaba numeritos de mareos, ataques de ansiedad, dolores fuertes, etc. Si por un casual no iba donde ella quería, me contaba que “le había pasado X cosa horrible por mi culpa”, pero ella nunca estaba disponible y siempre se negaba ayudarme de forma muy tajante y borde. Llegó a ponerme “pruebas” (sin yo ser consciente, claro) para ver hasta donde cedía por ella.

Yo trabajaba en una empresa que no era de su ámbito, ni de sus gustos, y era por días sueltos. Resulta que aprovecho lo que yo le había contado del trabajo para hablar con mi jefe, al que por cierto conocía porque vivimos en una ciudad pequeña, y robarme el puesto. Su justificación fue que “quería que trabajásemos juntas y así vernos más”.

Cada vez que le contaba un problema me decía que me callase “que ya tenía bastante con lo suyo” o que no quería escucharme para “que no le pegase mi mal rollo”, pero yo tenía que escuchar una y otra vez lo mala que era su familia, sus amigos, su ex, y su todo. Criticaba e insultaba a todo el mundo, e incluso hacía putadas a la gente, estaba obsesionada con ellos y no paraba de idear jugarretas (algunas muy fuertes). Y cada vez que le contaba algo bueno que me había pasado le quitaba importancia, además se alegraba de mis problemas.

Cuando descubrí todo el pastel me fui distanciando poco a poco, con mucho trabajo, porque me daba hasta miedo su falta de escrúpulos. A finales de verano dejé radicalmente de hablar con ella.

Úrsula, 26 años.

Diagnóstico: la necesidad constante de sobresalir en una relación suele apuntar grandes problemas de autoestima. Te sientes “de menos” así que centras todos tus esfuerzos en superar a la otra persona, aunque eso te cueste la amistad. NEXT.

  • Las manipuladoras

Es normal que nuestra forma de actuar cambie ligeramente según con que amigos estemos, como el que pasa de tímido y formal con sus colegas de la universidad a gañán de Muchachada Nui con los del pueblo. El problema aparece cuando, dentro de una amistad, nos damos cuenta de que estamos interpretando un papel que no nos gusta. Si poco a poco has ido adaptando tu personalidad a la que tu amigo quiere de ti para poder encajar, dejando de lado lo que te hace ser verdaderamente tú, es hora de replantearte cuales son las bases de esa relación.  Una amistad sana consiste en compartir virtudes y defectos, no en moldear al otro a nuestro antojo.

Diagnóstico: quiere una marioneta, no un amigo. NEXT.

regina-cady

  • Las que arruinan tu autoestima

La amistad supone un apoyo crucial, especialmente cuando uno está pasando por un mal momento. Es en las situaciones de dudas, problemas y dificultades, cuando un amigo de verdad se gana el puesto, no porque te solucione la papeleta sino porque nos recuerda que, si caemos, él nos ayudará a levantar. Tal vez uno de los aspectos fundamentales de cualquier relación es la importancia de potenciarnos la autoestima mutuamente, y no destruir al otro para sentirnos superiores. Cuando una persona menosprecia nuestros logros e intenta hacernos sentir inferiores constantemente, es mejor cantar “let it goooooo, let it gooooooo”.

Dentro de nuestro grupo de amigos, hay tres personas (dos chicas y un chico) que siempre tratan fatal a una de mis mejores amigas. Siempre están vacilándola, y cada vez que quedamos encuentran algo con lo que meterse con ella en plan “de risas”, aunque ella diga una y otra vez que paren o que le molesta. Además, son muy exigentes con ella, si no hacen los planes que ellos quieren se cabrean, hasta el punto de insultarla “de buen rollo”. El resto del grupo lo ve, y lo hablamos con ella, pero ella no les manda a la mierda porque tiene miedo, puede que a perder la “chuchipandi”.

Por si fuera poco, ella se pilló mucho por el tío en cuestión, y siempre hubo un tonteo turbio, si ella se liaba con otro chico él se enfadaba, y cosas así. En unas semanas un poco de culebrón venezolano, y a raíz de que él se liase con otra, mi amiga se declaró, y él le dijo que no, que solo amigos. Pocos días después él se lanzó, se enrollaron y cambió de opinión. Decidió que ya verían como iba la cosa, pero que poco a poco. Mientras ella seguía colada por él, él siguió enrollándose con otras chicas hasta el punto de liarse con una amiga muy cercana, negarlo, y montar un circo, porque EH, es su “mejor amiga” y no le haría daño. Él miente en su cara constantemente, y sigue con el rollo de amista exigente, con los vaciles, con los insultos de jiji-jaja, y las dos chicas (que también participan en los vaciles), jamás han dado la cara por ella, ni siquiera le preguntaron cómo estaba cuando todo esto pasó.

Es como si mi amiga tuviera síndrome de Estocolmo, me dice que él sigue siendo su amigo, que como ligue se ha portado fatal, pero que como amigo le quiere mucho. El resto del grupo lo tenemos claro, el tío la trata de pena como amiga y como amago de rollo ha sido peor todavía, pero ella es incapaz de verlo.

Emma, 27 años.

Diagnóstico: necesita hundirte en la mierda para ver crecer su autoestima. NEXT.

  • Las que no te aportan nada positivo

Por mucho que joda, a veces hay que ser egoísta. Si eres incapaz de mirar por ti, ¿quién lo va a hacer? Hay “amigos” que solo dan disgustos y, sobre todo, PEREZA, pero crean en nosotros una enorme sensación de dependencia utilizando la culpabilidad. Haz balance, si en lo negativo encuentras ansiedad cuando os vais a ver, dudas cuando no sabes que putada te va a hacer, tristeza cuando te suelta un comentario doloroso o angustia cuando te convierte en el culpable de la situación, y la parte positiva está vacía, huye.

Diagnóstico: no quiere que encuentres la fuerza necesaria para mandarle a tomar por culo, por eso te hace sentir insignificante. NEXT.

giphy-16

  • Las que nos arrastran al lado oscuro

Haz caso a tu madre con lo de «ese niño es mala influencia», porque a veces una amistad nos puede arrastrar al lado oscuro sin comerlo ni beberlo. Hacemos la vista gorda cada vez que nuestro amigo se mete en movida, justificamos su conducta porque «está estresado, llevaba un par de copas encimas, es la última vez…», empezamos a verlo como algo normal, y le acabamos imitando. Valeeee, he sido un poco dramática, sé que no pasa siempre, pero si crees que vuestra amistad se ha convertido en un cúmulo de malos hábitos y que os influenciáis mutuamente para mantener ese comportamiento, lo mejor es alejaros, aunque sea durante un tiempo.

Era de mis mejores amigas del instituto, nos conocimos cuando teníamos 14 años. Un poco alocada y con tendencia a coquetear con “el lado oscuro”. Con ella viví 20 años de aventuras con más o menos contacto y con ella comencé a coquetear con las drogas (por suerte yo logré pasar al poco tiempo). Se echó una especia de novio, un yonki de más de 50 años al que le faltaban dientes y con más surcos en la cara que el Google Maps. Yo intenté aceptarlo, juro que lo intenté, pero me fue imposible. Él era desagradable, chulo, gritón, y me provocaba una sensación constante de vergüenza ajena. Mentía a mi amiga y la utilizaba a su antojo, y ella venía a mi llorando. Al final me di por vencido, le dije que es mayorcita y que puede salir con quien quiera pero que yo no quiero verlo. Le pedí que cuando quedásemos, viniese sola, y que el resto del tiempo hiciese lo que quisiera. Ella entró en cólera, me llamo egoísta, mal amigo e incluso intento poner a mis amigos en mi contra (sin éxito). Lleva desde febrero despotricando contra mí, pero yo me he cansado de ser su niñera, su paño de lágrimas y su entretenimiento.

Lucas, 36 años.

Diagnóstico: tomar distancia y alejarnos de quienes nos hacen infelices, intencionadamente o no, es algo necesario para poder crecer como persona. NEXT.

  • Las que son solo recuerdos

A menudo nos aferramos a una amistad de toda la vida porque guarda una historia detrás. Estaba ahí cuando diste tu primer beso, le contaste todos los detalles de tu primer a vez, fuisteis de campamentos juntos cada verano, y cuando llegasteis a la universidad vuestros caminos se separaron, aunque intentasteis mantener el contacto. Puede que si os encontráis mañana ni os reconozcáis, sois los mismos pero vuestra vida ha cambiado tanto que no queda nada de los amigos del campamento. Tal vez quedéis para tomar una cerveza, pero en cuanto empiece a hablar pensarás “mi amigo de antes no habría hecho esto, mi amigo de antes no pensaría así, mi amigo de antes ahora me cae mal”, y es que tu amigo de antes ya no está porque la gente, como los digimons, evoluciona.

Diagnóstico: no vas a rescatar lo que teníais antes por muchos planes “a la antigua usanza” que propongas. ¿Qué tiene de malo quedar cada mil siglos para rememorar viejos tiempo? Una vez al año no hace daño. NEXT (pero sin borrarle del Facebook, que tampoco nos ha hecho nada malo y el cotilleo es el opio del pueblo).

unfriend

  • Las unilaterales

Las amistades deben mantener un balance, el típico “hoy por ti, mañana por mí”. Si en tu amistad das, das y das, pero nunca recibes, tal vez haya veneno de por medio. No le estás pidiendo que se meta un gramo de cocaína por el culo por ti, solamente quieres que te escuche durante un par de minutos al menos, pero para él tus problemas no valen nada, ni siquiera tiene tiempo para escucharlo porque lo suyo es más importante.

Nos hicimos amigas en el instituto. En la universidad, fuimos por caminos distintos pero siempre manteniendo el contacto ya que cada una vivía en una ciudad de España. Hace un par de años volvimos a hablar más, y la amistad se volvió muy buena. En una de nuestras conversaciones me contó que estaba mal de dinero, y yo le eché una mano por una conocida en común para un trabajo (y alguna vez le ayudé de mi bolsillo). Encontré trabajo en Madrid y, como era la única persona que conocía allí, le pregunté si le importaba que me quedase una noche en su sofá en lo que miraba unos cuantos pisos esa mañana. Me dijo que no, que su sofá era muy incómodo, que ella trasnochaba mucho, que me iba a molestar, que su baño estaba estropeado, y varias escusas más para evitar hacerme el favor. Lo pasé por alto. Cuando me instalé en Madrid me sentí bastante sola porque no conocía a nadie, lo hablé con ella pero no hizo amago de quedar ni una vez. Siempre estaba muy ocupada para hablar, salvo cuando ella estaba triste. Un par de meses después me llamo para pedirme dinero para pagar facturas y para que le prestase una habitación en su casa. Le dije que no muy a mi pesar porque no podía permitírmelo, y cuando se dio cuenta de que yo no estaba ahí para solucionar sus problemas me bloqueo de todo y nunca me volvió a hablar. Le di la mano y me cogió el brazo, pero lo peor es que ella no fue capaz ni de echarme un meñique.

Marta, 31 años.

Diagnóstico: ni te valora ni te respeta. NEXT.

YouTube video

Lo que retienes te carga, lo que cargas te pesa, y lo que pesa te hunde. Hay que aprender a soltar, perdonar y dejar ir, porque hay personas que son parte de nuestra historia pero no de nuestro camino.