Soy feliz, sí. Soy feliz y estoy cansada. Cada vez más. Que no alce la voz y lo diga a grito pelado no implica que no lo quiera hacer. Y no lo hago porque estoy cansada. Que no, que no es por los kilos que dicen que me sobran y que yo incluso pienso que también deberían de desaparecer. Ese peso me permite seguir caminando. Lo que me pesa es el alma. Y ella está muy cansada.

Porque no ve justo tener que hacer como si nada importase. Porque no quiere enfrentarse de lleno con aquellos y aquellas que la miran a diario por encima del hombro. Porque cree que, si continúa sonriendo, todo empezará a acomodarse y dejará de apretar tanto. «Maldita inocencia la mía», se repite cada vez que recibe un «no», cada vez que cree que puede conseguir su lugar en este mundo de prejuicios impuestos. «Deberían de cobrarles por ello», piensa avergonzada. No es un alma inconsciente, ella sufre. A veces se le nota por fuera, pero la mayoría de las veces se traga las ganas acompañadas  de chocolate, porque no quiere ensuciarse. Pero sigue cansada y cree que no es justo. Y no lo es porque ni siquiera sabe que la tienen etiquetada, junto a un código de barras y una serie númerica que empieza por el 44 y sigue y sigue y sigue… Siempre de dos en dos. «Así se comen los pettit suisses», pero ella se quedaba con ganas y se comía cuatro, porque le parecían postres para diminutos y… ¡ qué coño! Porque le encanta(ba)n. Pero se los comía a escondidas porque… No sabe muy bien por qué, pero sentía que estaba mal. Al menos así se lo decían en el colegio cuando se quedaba en el comedor. Y a ella se le grabó en la mente, como aquel día en que escuchó decir a sus abuelas que la culpa de que fuese «así» era de sus padres, que no la ponían a dieta. Dieta, ¿eh, abuelitas?. Dieta de mentes, dieta de conceptos, dieta de hipocresía.

Se cansa. Porque calla más que habla (y eso que, cuando se pone, parece que no va a parar) y con pocas miradas, dice mucho a los que se permiten la licencia de verla entre líneas. Porque le engordan tantas verdades a medias, tanta condescendencia alrededor, tanto consejo arrebatador porque «así estarás mejor, inténtalo». Y lo intenta a pesar de que no quiere sentirse obligada pero, ¿ qué va a hacer si no, no? ¿ Seguir anclada a sus lágrimas en silencio mientras lucha por no derramar ninguna delante de los que esperan que lo haga? No, amiga, no.  Su alma puede con todo eso y más. Puede que tenga que mirarse más veces de las necesarias al espejo antes de salir a la calle, repasando que no haya un sólo resquicio de inseguridad a la vista. Quizás evite sentarse en el transporte público por dejar espacio al que se siente al lado. Incluso es probable que se vista por los pies con una sonrisa que, cada día que pasa, pretende no ser impostada. «¿ Estás bien?» Claro, Fine = Feelings Inside Not Expressed.

 

 

¿ Para qué va a intentar explicar que se cansa de intentar parecerse a eso que los otros quieren que sea, a lo social e incluso moralmente establecido? Total, es sólo un número más entre tanta multitud. ¿ Para qué va a intentar solicitar la verdad, esa que tantos se vanaglorian de poseer pero que muy pocos manejan? Si es mucho mejor ir por la vida de políticamente correcto. «Gorditas, rellenitas, anchas…», está jodidamente cansada de tanta basura léxica. Gorda. Gracias. Aprendamos a llamar a las cosas por su nombre y, entonces, se acordará del tuyo. Pero sigue cansada… y calla. Ni siquiera se hace el favor de permitirse mostrar que cae, que es humana, imperfectamente perfecta, con sus más y sus «menosmases». Es un alma que piensa que, cuando calla, otorga.

Pero llega un momento del día en el que se cansa de hacer más por menos. Decide ser, simplemente, ella. Y eso supone saltar al vacío con la única condición de desnudarse hasta lo más profundo. Porque es un alma consentida que se permite no tener antojos pendientes, no dejarse arrastrar por la corriente. Si salta, lo hará aun a riesgo de romperse la crisma. Y no le importa. Porque puede estar jodidamente cansada y hacerse la dura. Pero desde que sale hasta que vuelve a casa, ES FUERTE. Y esa fortaleza no es la única que no adelgaza. Ella tiene el peso idóneo para mantener al resto en pie, aunque siga cansada. Mañana será otro día. Ahora, quizás podamos descansar…