¡Tú!, ¡sí!, ¡tú! Me dirijo a la chica preciosa que carga sistemáticamente con las culpas de todo. Sé que ha pasado de ti, y que ahora le estás dando vueltas a qué pudiste hacer mal (o peor aún, a qué hay de malo en ti). Porque algo terrible ha debido de suceder como para que no quiera saber nada más de ti y que te lo haya hecho saber de la peor manera, a través de su indiferencia.

Todo parecía ir genial, aquellas cinco citas que fueron pura magia. No querías nada serio, se lo hiciste saber, pero había algo especial entre vosotros. No era la conexión sexual lo único que os unía, estaba la música, vuestro espíritu bohemio, el amor por el vino… Todo iba genial, incluso te llegó a presentar a algunos de sus amigos. “¡Le gusto!”, llegaste a pensar. Creías que había un futuro, no del tipo “es el futuro padre de mis hijos”, pero tenías la seguridad de que pasaríais más noches en vela juntos, piel con piel, como animales. ¡Ilusa! Ya lo dijo Shakira: “solo la ilusión trae desilusión, y es tan fácil de caer…”

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El amante te hirió con la peor de sus armas – el silencio, el humo, el viento – sin preaviso y la sombra amarga de una felicidad interrumpida se cernió sobre ti. Al principio te negaste a aceptar la realidad albergando esperanzas que luego transmutaron en ansiedad, ansiedad, más ansiedad y un principio de odio, de ansiedad y culpa, de tristeza… hasta que te uniste al club de mujeres al borde de un ataque de nervios. Convocaste una reunión de emergencia con tus amigos y acabaste por desoír las resoluciones, haciendo caso de tus impulsos. Escribiste un mensaje porque necesitabas obtener el “paso de ti”: “Hola, señor humo. No entiendo lo que ha sucedido, todo parecía marchar bien, por eso no entiendo qué ha podido pasar para que hayas decidido cortar el contacto conmigo. Supongo que no me responderás al mensaje, pero espero que te vaya bonito, mis mejores deseos.” Casi fue peor enfrentarse a la cruda realidad, a una respuesta que emanaba despreocupación, olvido y desinterés. Fue casi peor que la propia información que contenía el mensaje en el que se materializaban tus sospechas: había conocido a otra. Te vino a la cabeza Neruda, era inevitable: “ de otra, será de otra, como antes de mis besos. (…) es tan corto el amor, y tan largo el olvido.” Y aquella frase de Mecano rebosante de verdades como puños: “amar es el empiece de la palabra amargura”.

Lo cierto es que desde ese momento parecía que todas las películas, lecturas y canciones hablasen de él, de él contigo, de él con la otra, de tú sin él, de lo imprescindible que eres para él, para tus amantes, para todo el mundo. Entonces iniciaste todo el ciclo de autoflagelación. Que si eres demasiado ingenua, tonta, fea, gorda, peluda, sincera, idealista, etc. Día y noche, especialmente durante las noches, ahora percibidas como nuevas con respecto al pasado, amargas y solitarias. La flaqueza te sobreviene y no te deja avanzar, porque intuyes un defecto de fábrica, porque eso lo explica todo…

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Por si lo ignorabas, es tu autoestima al habla. Te he estado observando y he detectado cual es el error de base, aquello que te falta y también lo que te sobra. Y no, no se trata de más ejercicio y menos quilos. Seré sincera porque las amigas somos así, porque espero que nuestra amistad crezca, porque quiero que seas feliz y libre. Creo que te falta un poco de mí, y que te sobra tristeza y autocompasión. Mejorarás si empiezas por escucharme un poco más cada día y dejas de lado los complejos, que siempre fueron malos consejeros, cantos de sirena. Ven aquí, mírate al espejo, ahora cierra los ojos y mira en tu interior. ¡Cuánta luz y belleza! Quiero que te veas a través de mis ojos.

Quiérete, quiéreme. Ese chico no era para ti, está claro. ¿Que cómo lo sé? Porque si lo fuera estaría ahora mismo aquí contigo, no querría desperdiciarte ni un segundo. Cree un poco en ti, en mi, no me sueltes de tu mano… Juntas recorreremos el mundo en busca de aventuras, viviremos amores y desamores, o simplemente viviremos grandes y pequeños momentos de felicidad. Confía en mi, porque soy incondicional, si me cuidas siempre te protegeré. No necesitas un caballero con corcel – dejemos eso para las ficciones – sino a alguien que está en tu interior y que te salvará de los palos externos e internos. ¡Nunca olvides que te quiero y que eres una chica fantástica!

María Blanca Ballester