El secreto de la felicidad

Antes de que me tachéis de vende-humos voy a aclarar que este post no es el típico texto con aires de Mr. Wonderful, irónicamente mi intención es criticar esas frases rollo “manual de 50 euros de autoayuda”. Aunque soy muy respetuosa con todo y con todos –excepto con la gente que dice que Como Conocí a Vuestra Madre es mejor que Friends, esos a la hoguera– confieso que me toca la moral cada vez que alguien me intenta contagiar esa filosofía moderna cuya premisa principal es “sonríe a la vida y te devolverá la sonrisa” porque amigos, no siempre es así.

Como somos muy avariciosos, la tendencia a querer más y más afecta también a nuestra felicidad y es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices la que nos hace fracasar y sentirnos frustrados. ¿Es la felicidad una cuestión de cantidad o de calidad?

Al igual que es imposible construir una casa por el tejado, es imposible ser feliz si no te aceptas a ti mismo. Las autoexigencias desmedidas y los complejos empujan hacia atrás y nosotros, que a veces somos un pelín gilipollas, barremos la mierda bajo la alfombra. Por miedo a mirar a la negatividad de frente, negamos la obviedad y recurrimos a los consejos de segunda mano. «Es que tienes un problema de positivismo, tienes que rodearte de personas súper entusiastas y dejar que te contagien la alegría», y a ver como le explicas al happy–power de turno que sus requisitos para ser feliz son más inútiles que la primera rebanada de pan bimbo.

El secreto de la felicidad es adoptar una actitud realista pero hay algunos trucos que pueden allanar el camino.

• Acepta tus defectos

Reconocer nuestros complejos es el primer paso para aceptarlos ya que poco a poco conseguiremos identificar las emociones negativas que nos estancan. Recuerda que la inseguridad es una forma de extereorizar nuestras desproporcionadas exigencias y que la perfección que tanto deseamos no es real, normalmente la sociedad la impone y la aceptamos sin rechistar.

Las tres características principales de los defectos son su subjetividad, que están impuestos socialmente y que son altamente dependientes de la opinión ajena. Aunque es complicado amar lo que odiamos –y magnificamos–, es posible conseguirlo. En vez de centrarte únicamente en los contras, busca lo positivo de cada uno de tus defectos.

• Perdona tus fracasos

Puedes cagarla en el trabajo, perder al amor de tu vida, suspender unas oposiciones o discutir con tu mejor amigo, pero si esto ocurre es tan perjudicial culparte totalmente a ti como únicamente a los demás. Ni eres un mierdas que no vale para nada ni el mundo entero está en tu contra, valora los matices. Todos tenemos malas rachas, el azar es así, y cuando esto ocurre tendemos a entrar en un círculo vicioso repleto de negatividad. Cuando se presente una adversidad intenta evaluar objetivamente la causa y si ha sido culpa tuya arréglalo. Si tras intentarlo con todas tus fuerzas no se soluciona simplemente tómatelo como un aprendizaje, perdónate a ti mismo y aplícate el cuento para otra ocasión.

• No des lo bueno por sentado

Solemos pensar que las cosas vienen dadas y que lo bueno llegará tarde o temprano aunque nos quedemos esperando de brazos cruzados. Si eres bueno la gente –normalmente– lo valora. LA GENTE, no el universo, y aun así no siempre recibirás abrazos porque el karma al fin y al cabo se traduce en azar. Aunque tardes en ver los efectos de tu esfuerzo sigue perseverando, como dijo Einstein: «si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo». Caer está permitido, levantarse es obligatorio.

• Comparte tus alegrías

A veces somos un poco bajoneros y solo hablamos a nuestros amigos para contarles las desgracias, pon fin a esa actitud. Comparte también tus éxitos y alegrías aunque sean pequeños –ganar un partido, ver una película conmovedora, encontrar cinco euros en el bolsillo de tu pantalón–, y poco a poco cambiará la dinámica negativa de tu vida. Cuando extereorizas tu felicidad, la contagias a los demás y te la devuelven.

• Ten en cuenta las críticas constructivas e ignora las destructivas

Las críticas constructivas nos permiten ampliar nuestro punto de vista y son perfectas para quitarnos de encima sentimientos como el egocentrismo y la soberbia. Admitir nuestra ignorancia y nuestros prejuicios no nos convierte en malas personas ni nos vuelve vulnerables, es una forma de demostrar humildad, aprender y madurar. En cambio, las críticas destructivas no aportan razonamientos válidos, además tienen el objetivo de hacer daño. Lo mejor que puedes hacer cuando alguien intenta mejorar su autiestima dañando la tuya es es pasarte sus palabras por el forro.

• Ayuda a los demás

La generosidad no solo se encuentra en las grandes acciones. Ayudar a los demás a veces es tan sencillo como regalar una sonrisa a un desconocido por la calle, despedirte alegremente del cajero del supermercado, sujetarle la puerta a tu vecino o llamar a tus padres. Nuestra amabilidad puede convertirse en la felicidad de los demás.

También es importante ser agradecidos ya que nos hace valorar más lo que tenemos y, por otro lado, es una forma perfecta de mejorar el estado de ánimo de los demás reconociendo su trabajo.

Ser feliz es entender que los momentos de tristeza siempre dan pie a la alegría y que es imposible valorar lo bueno sin haber experimentado lo malo.