Imagino que también os pasará el, de vez en cuando, comenzar a imaginar cómo será X situación o momento de vuestras vidas. Yo soy una experta desde pequeña: mientras me quedaba dormida imaginaba posibilidades infinitas y estupendas en las que yo misma, mi casa o la gente que me rodeaba molaban mucho más en base a lo que yo en ese momento consideraba molar.
Esa capacidad de imaginar y anhelar futuros mejores pero en la mayoría de los casos imposibles la he mantenido con el tiempo, pero el tipo de situaciones que esperaba han cambiado: ya no quiero vivir en una casa rosa ni en Hogwarts (bueno, lo de Hogwarts me sigue pareciendo una pasada).
Pero hay una imagen, situación, futuro incierto  (llamémoslo como queráis) que ha estado conmigo desde que soy bastante pequeña: el siguiente verano en el que, por fin, yo estaría delgada.
Quien dice delgada dice con más tetas para que el bikini no me quede grande, con menos cartucheras, con menos imperfecciones en la piel… En definitiva, hay una Mamen en un verano incierto con un cuerpo digno de portada de revista viviendo en mi cabeza desde siempre. ¿Y sabéis qué? Que es el anhelo inconsciente más estúpido, innecesario, paralizante y porculero de todos cuantos me han asaltado en mis 28 años de vida. Porque la Mamen de la talla 38 también soñaba con ese siguiente verano, y la Mamen de 10 años también. Mi talla ha subido y bajado miles de veces, pero esa insatisfacción con mi cuerpo que me hacía esperar a que el siguiente verano fuera mejor se ha mantenido intacta: ahora con mi talla 44 me importa menos ponerme el bikini que cuando me cabían los de la talla S.
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¿Y sabéis por qué todo esto es una mierda? Porque ese cuerpo que mi subconsciente anhela jamás va a llegar. Porque si estuviera más delgada me seguiría pareciendo que tengo pocas tetas; si tuviera más tetas, me seguiría viendo fea y con la piel muy grasa; si me operara el careto y me pusiera uno como el de Eva Green seguiría siendo demasiado bajita y con el pelo demasiado fino. Y así ad nauseum. Porque el problema no lo tengo yo, lo tenemos todas las mujeres (mayormente, aunque también afecta a los hombres y por desgracia cada vez más) a las que se nos impone un canon de belleza inalcanzable como una forma más de someternos. Porque inseguras somos más dóciles, e inseguras compramos más. Conozco a mujeres cuyos cuerpos se parecen pasmosamente al de los ángeles de Victoria´s Secret que gastan auténticos pastizales en productos como cremas reductoras porque tienen una capa de grasa sobre sus caderas de un centímetro de grosor y compran ese producto porque a ellas ese centímetro de más las hace sentir tan inseguras como a mí mis tres flotadores, ni más ni menos. Conozco a chicas con una piel para mi gusto radiante que gastan más que yo (con mi espalda acneica) en cremas específicas porque a su parecer tienen manchas. Por tanto, tal vez no se trate de que mi cuerpo no es el cuerpo adecuado para el verano, sino de que el hacerme sentir que hay un modelo mejor como si de un iPhone se tratara, sale mucho más rentable.
Porque, y esto quiero que quede claro, nunca voy a tener un cuerpo distinto al mío. Puedo tener distintas variaciones de mí misma que me gusten más o menos, pero nunca voy a medir un metro ochenta ni voy a tener los ojos azules. Aunque me encantaría, tampoco voy a ser negra, ni pelirroja natural, ni mis caderas van a encoger. Es importante repetirnos eso, porque realmente la industria se empeña en hacernos creer lo contrario una y otra vez: que si invertimos suficiente, que si nos esforzamos más, podremos ser otras. Y no, no es así. No puedo tener otro cuerpo. Y no quiero.
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Lo que quiero es dejar de imaginarme cómo será el verano en el que no tenga barriga ni granos y empezar a disfrutar de este verano con mi barriga y mis granos y mis tetas pequeñas y mi culo gordo y mis estrías. Quiero salir a tomar unas cañas a una terraza cuando se me antoje sin pensar en que debería hacer dieta, comer helado tantas veces como sea posible y no pensar en que la gente me mira en la piscina por gorda. Quiero ser capaz de pensar que solo miran mis tatuajes, o mejor aún, no fijarme en si me están mirando. Quiero ponerme todos los vestidos que tengo aunque destaquen esas partes que no me gustan en lugar de tenerlos guardados un verano más. Quiero quererme y querer este verano sin esperar al siguiente, sin sentir que un año más he fracasado porque no he hecho operación bikini. Porque la vida es demasiado incierta como para posponerla y la mejor versión de mí misma siempre va a ser la que me mire desde el espejo aunque la mayor parte del tiempo me cueste creerlo.

By Mamen Conde (Lady Carrusel)