Dar es maravilloso. A mi personalmente me encanta sentir que puedo hacer feliz a otra persona y ver el brillito en sus ojos. Pero entregarte locamente a alguien hasta el punto en el que te pierdes a ti misma puede ser también un problema.

Es importante buscar el equilibro en las relaciones (tanto amistosas como de pareja), y hay veces que eso de querer agradar al resto se nos va de las manos, convirtiéndonos en una máquina que se ofrece sin miramientos, pero no recibe nada a cambio.

Si lo has vivido sabes de lo que hablo y lo mucho que se resiente tu autoestima en una situación así. Te traigo una serie de reflexiones que es probable que te hagan pensar. Vamos allá.

1. Olvídate del ‘cuanto más de, más me van a dar’, porque no puede ser menos verdad.

Es triste, pero la gente se acostumbra muy rápido a lo bueno, y si tú te entregas constantemente sin medida, se acostumbrarán a ser la parte cómoda que recibe y no se esfuerza por entregar nada a cambio. De hecho, es probable que obsesionada con tu papel de ‘dar todo el amor que puedas’ te acabes anulando a ti misma, con todo lo que eso conlleva tanto para ti como para tu pareja.

2. Hacerte la fuerte.

Muchas veces nos cuesta reconocer que estamos agotadas de dar y no estamos recibiendo nada a cambio. Quizás por vergüenza o miedo a parecer ‘necesitadas’ acabamos soportando más de la cuenta. No tengas miedo a hablar de lo que te piden cuerpo, cabeza y corazón. No te hagas la fuerte cuando no lo estás.

3. Obsesionarte con agradar a la otra persona hasta el punto de olvidarte de tu propia existencia.

Puede parecer una exageración, pero creo que casi todas hemos tenido alguna relación así, especialmente las primeras de la vida en las que nos falta experiencia. Te gusta tanto estar en pareja, estás tan contenta de tenerla, que harás cualquier cosa con tal de mantener a la otra persona contenta a tu lado. Y eso hace muchas veces que cuando al final pase algo grande y dejes la relación te encuentres perdida porque ya ni recuerdas quien eres.

4. Creer que tu pareja es la única responsable de tu felicidad.

Cuando piensas así es inevitable no volverte un poco loqui y pasar a exigir cada vez menos con tal de no perder esa ‘supuesta felicidad’ que la otra persona te brinda. Pasas a tolerar comportamientos que nunca pensaste que tolerarías y perdonas cosas que quizás no deberías.

5. Justificar lo injustificable.

Muy en el fondo de tu corazón sabes que esa persona no está brindándote la misma atención, cariño o lo que sea que tú le das. Sin embargo eres capaz de justificarla hasta límites insospechados. ‘Es que tiene mucho curro’, ‘es que en su relación anterior le destrozaron el corazón’, ‘es que es así’.

 

Está bien ser tolerante. Es genial poder dar amor y entregar lo mejor de ti a otra persona. Pero todo tiene un límite y quizás deberías fiarte más de tu instinto. Si has pinchado en este enlace es probable que tengas dudas de que quizás tú eres la que esta más involucrada en la relación y no estás recibiendo todo lo que te gustaría.

Y yo te digo, no se quiere para que te quieran, pero ser la única que tira del carro es agotador y a largo plazo tu vida y tu autoestima se acabarán resintiendo. Quizás haya llegado el momento de replantearse las cosas…

Fattie Bradshaw