Ayer era un día de los que prometían.

Para contextualizaros un poco, os diré que mi frecuencia de citas es casi inexistente. Tengo un bloqueo más que reseñable (de eso ya os hablaré en otro post) con el tema RELACIONARSE SENTIMENTALMENTE CON PERSONAS CON COLA y me cuesta la vida dar el paso para acceder a quedar con un tío que este fuera de mi círculo de amigos. Osea, que mucho me tiene que interesar uno para quedar con él.

Mi “cita”, – señor Guapo, a partir de ahora- apareció por mi vida a través de redes sociales. Me agregó a Facebook hace ya algunos meses, teníamos algún conocido en común,  hablábamos de culturetadas varias y chorradas a discreción, y aunque apenas tenía fotos suyas  la verdad es que me dio bastante igual. Era un tío super interesante, artista, agradable, con inquietud…de los que no abundan, vamos. Y empezó a decirme de quedar para conocernos en persona… y accedí.

Llega el día: casi  8  horas seguidas de vacaciones (algo impensable en mi agenda laboral actual) y una “cita” o algo así con un tío guapete, interesante y agradable a partes iguales. Nada podía salir mal.

Habíamos quedado en una plaza bastante transitada de mi ciudad , y a pesar del mogollón de gente, no me costó más de dos segundos averiguar que era él. Un tío altísimo, guapísimo, estilosísimo y tantos – ísimos que…mi cerebro colapsó. Me di la vuelta y me marché. Sencillamente un sentimiento de inferioridad espantoso se apoderó de mí y pasé de ser Yo a ser un cúmulo de inseguridades y vergüenza. No estaba a su altura. No iba a gustarle. No valía la pena ni acercarme.

Probablemente ahora mismo estarás pensando que soy imbécil (o que soy un orco de mordor al que los humanos rocían con salfuman para evitar que acerque su nauseabunda presencia a ellos). Y, francamente, ni lo uno ni lo otro. Pero a pesar de todo lo que me he trabajado (y sigo trabajándome), a pesar de que mi inseguridad está a años luz de la que fue, a pesar de que me siento mucho más fuerte y decidida de lo que era… hay heridas que simulan estar cicatrizadas pero se abren cuando menos lo esperas. Y vuelven a llevarte al pozo de la mierda y el autodesprecio en cuestión de segundos.

Tras pasar unos momentos de pánico mientras, literalmente, huía de allí, conseguí retomar el control de mi mente, autoabofetearme internamente para espabilar y decirme: TÍA, NI DE COÑA. SI ALGUIEN TIENE QUE DARSE CON UN CANTICO EN LOS DIENTES POR HABER CONSEGUIDO QUEDAR CON EL OTRO…ES ÉL. Y retomé el camino, con el estómago hecho un nudo y ganas de correr al váter más cercano. Pero lo hice.

¿Y sabéis qué? Que mi segundo impulso fue real. Yo le gusté mucho más a él de lo que él me  gusto a mi. Que sí, que era un bombonazo y podías hablar con él de literatura, filosofía y sexo tántrico a unos niveles que ni de coña llega mucha peña. Pero aparte de un cuerpo cincelado por los dioses también tenía un ego que no cabía en el bar…ni en tres bares que hubiéramos ocupado. Y tenía el mismo salero y gracia que un zumo de apio. No me hacía morirme de risa como yo a él ni me entraban ganas de comerle la boca, como le pasó a él conmigo.  Y se echaba unos piropos que ni sus 2 abuelas con sus cuatro bisabuelas habrían podido igualar. ¿Hay algo más antierótico que eso? Para mi, pocas cosas.  No era el hombre perfecto ni yo una mierda peluda, como habréis podido intuir.

¿Moraleja? No lo sé. Pero advertencia si, la tengo clara: si cuentas con una autoestima a prueba de bomba (no sé si existe tal cosa) quizá te sientas absolutamente ajena a esta situación. Pero si has pasado épocas de pupa o las estás viviendo ahora mismo, ten cuidado.

La inseguridad es una arpía escurridiza que puedes mantener aletargada, pero no llega a dormirse del todo. Y cuando demasiado tiempo has pensado que no mereces según que tipo de cosas, que en las comparaciones sieeeempre vas a salir perdiendo, que no tienes lo que hay que tener o que nunca das suficientemente la talla…esa mierda de pensamientos contaminantes y cancerígenos pueden aflorar cuando menos lo esperas. Porque cuando algo parece demasiado bueno para sucederte a ti, van a estar confirmándote que si, que claramente ES DEMASIADO BUENO PARA TI. Y no es así, nenas.

Ni por belleza física espectacular ni por una carrera o trabajo supuestamente fascinantes, ni por un carisma embriagador. No merecemos menos que nadie, no somos demasiado mediocres para nada de eso. Nos hemos ganado con creces LO PUTO MEJOR. Pero hay que seguir trabajando para creérnoslo. Porque lo valemos.

Anónimo.