Sé que esto que voy a decir va a sonar raro. De hecho, lo es… pero yo tengo un don para atraer a los locos. Lo digo completamente en serio. Para que os hagáis una idea, una vez me partí un dedo del pie porque le dí sin querer una patada la cama -lo que ya de por sí es absurdo- y tuve que coger el bus para ir a que me hicieran radiografías en el hospital más cercano. Me senté en el ÚNICO asiento libre que había libre porque iba a la pata coja, aunque no tardé en entender por qué estaba disponible. De pronto, el señor de al lado -de unos 70 años- empezó a olisquearme. Era como si tuviera a un Bloodhound buscando el rastro de un hueso en la curva entre mi hombro y mi cuello. Asqueroso.

No ha sido mi única experiencia surrealista con desequilibrados o seres con desviaciones sexuales. He vivido el típico momento anticlimax mañanero del cerdo que aprovecha las aglomeraciones para arrimar cebolleta en el metro, e incluso hubo un conocido que me encerró bajo llave en su casa porque estaba empeñado en que pasara la noche con él. Aquello se saldó con una secuencia muy estúpida y yo acabé durmiendo en la bañera de un piso de las afueras -con el pestillo echado- para evitar la insistencia lastimera de un tipo que se empeñaba en exigir sexo por compasión. No estoy yo para eso, gracias.

Bridget Jones delante del PCQuiero decir con esto que mi palmarés está cubierto. Me he ganado un sitito en el cielo ese que se imaginaba Frenchie en Grease. Ya tengo material para hacer mi propia serie de televisión en modo destroyer… Pero el rayo no cesa. Me siguen tocando freaks.

No es justo, no me digáis. Yo siempre pensé que lo mejor de que no me hubiese tocado un cuerpo escultural a lo Elle MacPherson es que tenía que tener una especie de escudo antimisiles contra lo moscones. Total, si no te tocan los beneficios del buenorrismo, que tampoco te caígan los marrones, ¿o no? Pero que va, aquí no se da la justicia poética. De hecho, no hay nada de poesía en esto que os voy a contar.

En principio, tener un tonteillo en el trabajo parece divertido. Estoy segura que todas tenemos en mente el cruce de correos ingeniosos por outlook entre Bridget Jones y su jefe, Daniel Cleaver. Ya sabéis, aquello de: «Parece que has olvidado la falda. ¿Acaso la falda está enferma?». Una podría llegar a fantasear con descargar toda su ironía fina con el buenorro de la empresa y acabar montándoselo encima de la fotocopiadora. Por echarle imaginación que no quede… Lo que a lo mejor no mola tanto es verse un escenario en el que vives felizmente con tu pareja, incluso llevas alianza y eso no frena al optimista en cuestión. Os puedo garantizar que la situación puede volverse muy incómoda.

Hasta este episodio, las políticas internas de algunas compañías que tienen prohibido que se formen parejas en su plantilla me parecían ridículas. Hay uniones que son casi naturales: doctores/as y enfermero(as, periodistas y fotógrafo/as, directivos/as y secretarios/as, etc. ¿Por qué habría que ponerle puertas al campo? Yo misma trabajé en el mismo periódico que mi novio durante un tiempo. Ahora, en cambio, empiezo a ver el pragmatismo de la norma y creo que ahorra muchos disgustos.

La cosa se pone fea cuando te levantas por la mañana y lo último que te apetece es ir a trabajar… No por las montañas de papeles que se acumulan en tu escritorio, ni por el estrés o las horas extras nunca remuneradas…No. Tu peor pesadilla es imaginar que nueva idea genial tendrá tu compañero/acosador para desplegar lo que él seguramente considere una estrategia de seducción brillante.

bridget jones en una fiesta de empresaEsta bien, a todas nos ha gustado algún tipo que no nos hacía ni puñetero caso o nos hemos encontrado con algún gilipollas creído que nos trataba con el pie porque se sentía adorado (fuese verdad o no). Yo estaba decidida a no convertirme en una diosa del hielo, estirada e imbecil. Quería ser agradable con el chico en cuestión, en primer lugar por no hacer las cosas incómodas en el trabajo y, sobre todo, porque el hecho de que yo no esté interesada no quiere decir que no pueda llevarme bien con alguien…. O eso pensaba yo… Pero para que esa buena disposición funcione, el otro tiene que saber rendirse, ¡jooooderrr! (Mira tu por donde, joder es algo que no vamos a hacer…)

La excusa de que le ayudes a escanear un documento para rozarte la mano puede quedar enternecedora. Vale. Sacar temas de conversación en las comidas sobre exparejas y lo bien que sabía tratarlas, con posterior interrogatorio sobre tu vida sentimental; ya empieza a molar menos. Los bombones sin venir a cuento, dan mal rollo. Que el tio se fije en que el color de tus uñas combina con la goma de tu pelo y te lo haga saber, -no me digáis que no- resulta completamente forzado y empiezas a sentir ojos clavados sobre tí, sí o sí. Sentirte obligada a darle tu número después de que te presione en público para sacártelo, que además que te agregue al Facebook y empiece a darle «me gusta» a todas tus puñeteras fotos, en serio, ES DEMASIADO.  Y ya si esto pasa, todo junto, en un margen de dos semanas… Te supera. A mi me supera. Llamadme rara…

Lo peor de todo esto es que una acaba sintiéndose mal, haga lo que haga. No te atreves a comentarlo con nadie, porque puede parecer que eres una creida estúpida. Tampoco quieres ser desagradable, pero si no lo cortas de raíz, la cosa va a más y temes estar dándole alas. Eso no estaría bien ni para el chico ni para TU chico. Acabas en un callejón sin salida… Y todo esto me recuerda a Funny Games. ¿La habéis visto? No voy a destriparos nada de este peliculón de Haneke pero… la filosofía que lleva de fondo es un poco lo que viene a mi cabeza últimamente. Acabamos metiéndonos en unos «envolaos» curiosos sólo por ser educados, por convenciones sociales… Quizás una debería de escuchar más a sus tripas, y si tus tripas te dicen que ya ha cruzado la línea roja o, simplemente, que no te hace sentir cómoda deberías poder sentirte libre de decir NO, alto claro y drástico. Y si no le vale pues.. ¡el problema es suyo!

Y vosotras, ¿qué opináis? ¿os ha pasado algo parecido?