Empezaré por presentarme, me llamo Elsa y soy gorda. Toda mi vida he luchado contra mi peso, he pasado por un TCA y actualmente sigo en tratamiento con antidepresivos y ansiolíticos, pero he mejorado mucho y empiezo a quererme como nunca. Gracias sobre todo a vosotras, a esta comunidad de gente maravillosa que me han hecho ver que «el peso es lo de menos y la autoestima lo de más». Hechas ya las presentaciones quería contaros algo que me ocurrió el sábado pasado.

No suelo salir de fiesta, no porque esté gorda, si no porque rozo la treintena y quedarme en casa con una manta y Netflix me parece el mejor plan del mundo. Pero decidí salir con una amiga, ya que las dos andábamos un poco de bajón y pensamos que nos vendría bien ponernos guapas, salir, bailar y reírnos. Y eso hicimos. Nunca me maquillo los labios, y me compré un pintalabios rojo estupendo. Me puse un vestido, mi amiga una falda, nos maquillamos y salimos a darlo todo y sintiéndonos super guapas y atractivas.

Fuimos primero a una terraza, a tomar la primera e ir calentando, y cuando nos dirigíamos de vuelta al coche por una zona menos transitada escuchamos unas voces masculinas a nuestra espalda gritando «GOOOORDAAAAS». Ninguna dijo nada, aligeramos el paso, y siguieron deleitándonos con sus grandes frases célebres, entre las que podemos destacar «Daos la vuelta que si sois guapas de cara os dejamos chupárnoslas» y algo que no entendí muy bien sobre «follar rico». Aligeramos el paso y les perdimos.

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Miré a mi amiga y le dije «Que puto asco» a lo que ella me contestó «Si, pero es que primero nos insultaron». «INSULTARON». Esa fue la palabra que usó y que me descolocó por completo. Nos llamaron gordas, y si lo vemos como un insulto es lo que les da poder a este tipo de personas para hacernos daño. Le intenté explicar que no era un insulto, que era un adjetivo, que yo estaba gorda pero también era guapa, simpática, inteligente, tenía un sentido del humor genial y tenía más cosas jodidamente geniales, además de ser gorda. Que eso era algo demasiado obvio de mi anatomía y que tenía espejos en casa (aunque durante un tiempo los tuviera tapados). Que no era necesario que me lo gritasen unos gilipollas en la calle, como no era necesario que me gritaran que soy guapa y tengo unas tetas increíbles. Ella me dio la razón, pero también me confesó que lo veía como insulto porque aguantó mucha mierda en el instituto (fui testigo, somos amigas desde hace mucho tiempo). Tengo que decir que, además, mi amiga ya no es gorda. Está estupenda, no es extremadamente delgada, pero es una mujer normal y corriente, con una talla 42. Pero se ve que al ir caminando con una mujer que sí que es gorda y usa una 48, automáticamente entra en el saco.

No nos jodieron la noche, a estas alturas no lo iba a permitir. Seguimos con nuestra fiesta, nos reímos, lo pasamos genial y cerramos las discotecas. Acabamos con dolor de pies y una sonrisa en la cara.

Pero ahora, en frío, lo he analizado. La primera cosa obvia que me viene a la cabeza es «Por qué no te diste la vuelta y les soltaste una bordería?». No lo sé, me sentí intimidada, dolida, sólo pensé en escapar. Tampoco sabía cuantos eran, ni las intenciones que llevarían. La segunda cosa obvia que me viene a la cabeza es que eso no hubiera ocurrido si hubiésemos ido acompañadas de un chico. Cuando una mujer pueda caminar sola de noche sin que le acosen, será el día que hayamos alcanzado la igualdad. Mientras tanto que nadie me venga a tocar el coño con la mierda de que si el machismo está casi erradicado.

No sé por qué os lo cuento, supongo que tenía que desahogarme de alguna manera. No dejé que me jodieran la fiesta con mi amiga, pero sí que lloré al llegar a casa mientras me desmaquillaba. Pero si de algo ha servido esto, es para darme cuenta de que no me puedo hundir, de que ellos son precisamente la razón por la que debo amarme.

Elsa Dilemma

 

En las fotos: Callie Thorpe, Danielle Vanier y otras bloggers cuquis que nos gustan <3