Los insultos, vejaciones y amenazas, por desgracia, son el día a día de muchas personas anónimas. Personas que tienen demasiado miedo para alzar la voz. Normalmente nos enteramos de estos casos cuando es demasiado tarde para ayudar a la víctima en cuestión, y nos llevamos las manos a la cabeza pensando “si hubiese podido ayudarle, si hubiese podido evitar que todos esos comentarios negativos le llevasen a cometer tal locura”.

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Estamos acostumbrados a leer titulares sobre personas anónimas y no nos planteamos el acoso que sufren algunos personajes mediáticos. Acoso justificado por algunos bajo la premisa de que si eres famoso te expones a que te critiquen.

No sé cómo os habrán educado en vuestra casa, pero para mí una crítica no es esto:

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Lo que acabáis de leer son faltas de respeto e insultos, acoso psicológico en toda regla. Algo que muchos no entienden es que cuando una persona, por el motivo que sea, se vuelve famosa, no deja de lado sus sentimientos. Sigue sintiendo y padeciendo, y aunque esté acostumbrada a la vida de la fama y el hándicap que ello supone, tiene que resultar muy duro y doloroso leer a diario “gordo, feo, hijo de puta, ojalá te mueras, das asco”.

Qué sencillo es sentarnos delante de nuestro ordenador y jugar a ser dioses criticando la vida de los demás. Qué sencillo es darle al botón de anónimo y volcar nuestra frustración sobre una persona a la que no conocemos. Qué sencillo es leer cuatro revistas y sentirnos nutricionistas, estilistas y psicólogos.

Nos os confundáis, citando a Churchill: “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias.” Al igual que tenemos una opinión sobre todo, tenemos la total libertad de manifestarla, pero para expresarla no hace falta faltar al respeto.

Al fin y al cabo todos somos un poco –muy– hipócritas, y el anonimato que ofrece internet nos da más alas que un Redbull. No voy a entrar a valorar si los insultos hacia los famosos son por envidia, frustración, demasiado tiempo libre o una pareja que no empotra bien, pero si os quiero decir que son más pesados que un kilo de mierda.

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Cuando señalas a una persona, tres dedos apuntan hacia ti.