Suele ocurrirnos a menudo cuando vamos al médico. Da lo mismo que vayamos por un resfriado, por un uñero, por una verruga o por un esguince, los gordos somos culpables de estar así y no se hable más. Reproduciremos a continuación un diálogo clásico entre médico y paciente con kilos de más, seguro que te ha pasado más de una vez.

-Bueno, pues para el resfriado se toma esto, viene explicado en la receta cómo ha de tomarse la medicación. Ah, y de paso, si perdiera unos kilos seguro que mejoraría su salud. Deje los fritos…

-No como fritos.

-El alcohol.

-No bebo.

-Evite las grasas.

-Suelo comer sano y siempre todo a la plancha acompañado de verduras.

-Haga deporte.

-Hago treinta minutos de natación al día, voy andando al trabajo y hago tres veces a la semana algo de aerobic.

-Bueno, pues eso, que si puede pierda peso que le va a venir muy bien.

-Y digo yo, si es que me ha escuchado, ¿No sería mejor que un especialista me echase un vistazo para saber por qué me cuesta tanto perder peso?

-No es necesario. Con dieta y ejercicio todo arreglado. Ya puede marcharse.

-Hasta siempre.

Y así una y otra vez.  Nos resfriamos, nos duele la cabeza, tenemos una infección en un oído, sufrimos un esguince, nos sale un tumor benigno y un sinfín de dolencias más porque estamos gordos. Es la explicación a todos nuestros males. Nos hacen pasar por enfermos sin voluntad cuando a veces puede ser una elección personal o un problema de tiroides.

La pregunta es ¿Hasta cuándo? Criminalizando a los gordos parecen ahorrarse el dinero que pagamos en impuestos, elogiando a los delgados, que por lo visto no se ponen enfermos, logran imponer un canon de belleza: el que quiere la industria y el que les da dinero. Filosofemos al respecto para intentar dejar de ser unos apestados y culpables sin presunción de inocencia.

Dave Smith