Ayer fue un día de lo más ajetreado, una de esas jornadas en las que vas de un lado para otro como una peonza y sin apenas fijarte en nada. El cosmos quiso que me olvidara en casa mi mp3 (dramas del primer mundo) y gracias a eso pude presenciar una de las acciones más heroicas que he tenido la suerte de vivir en los últimos tiempos. Nada espectacular, pero son estas pequeñas cosas las que me hacen tener fe en la humanidad y lo tengo que compatir.

El metro iba muy a tope de gente y yo, como siempre, agobiada por el calor y por el contacto humano (soy como un gatete y no me gusta que me toquen). De pronto mis oídos fijaron su atención en un hombre de mediana edad que le daba las gracias a un chico que le ofrecía su asiento: «Muchas gracias pero no es necesario, llevamos muchas horas sentados en el cole ¿verdad? y nos viene bien estirar las piernas. Además son solo dos paradas». Di por hecho que iba con su prole pero la tapaba con su cuerpo. Seguí a lo mío, cotilleando mi timeline de Twitter ajena a todo lo demás.

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De pronto una señora con unas pintas bastante, mmmmm digamos, inquietantes, entró en escena no sé muy bien con qué sentido. «Está gordita la niña ¿eh? Pobrecita, es que hay gente que tiene un metabolismo que le engorda hasta el agua». Os juro que yo no daba crédito. Me dieron ganas de increparle a la señora y decirle que se metiera la lengua en el culo, pero no hizo falta. El señor, un héroe de la vida moderna, después de un primer momento de confusión (estaba de espaldas a mí, pero me pude imaginar su cara perfectamente), saltó en defensa de su hija, soltándole un zasca de campeonato a la petarda en cuestión. «Sí, señora, sí… hay gente más gordita y más delgadita, hay gente más guapa y más fea… y luego hay personas con la boca muy grande como usted». ¡Zas! Se hizo el silencio.

Bravo. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no arrancarme a aplaudir pero la sonrisa de triunfo y de adoración absoluta hacia ese padrazo no pude esconderla. Además aproveché para mirar inquisitivamente a la señora que solo le faltó irse haciendo el moonwalker porque se bajó en la siguiente parada muy avergonzada. Padre e hija se bajaron en la misma parada que yo y pude fijarme en la cría de unos 5 años. Era totalmente adorable, casi masticable (y eso que yo no soy especialmente niñera). Me dieron ganas de abrazarla y decirle que tiene que estar muy orgullosa de su padre que la va a ayudar a convertirse en una mujer maravillosa.

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Llevo pensando sobre esto desde anoche y en serio que no puedo llegar a entender las razones que llevaron a la señora a hacer semejante comentario a unos desconocidos sin pensar en las consecuencias. La única conclusión a la que llego es que no debía estar muy bien de la cabeza. La gente no es muy consciente del daño que pueden llegar a hacer a una pobre niña con este tipo de palabras que rezuman maldad e intolerancia por los cuatro costados. Pero afortunadamente hay pequeños héroes que no llevan mallas ni tienen súper poderes y  que reaccionan con rápidez para hacer frente a este tipo de  injusticias.