Era jueves por la tarde y llovía. No sé si importa el día, ni mucho menos qué tiempo hacía, pero como que le da más intensidad a la historia. Pongamos que eran las tres y media de la tarde, justo después de comer, cuando te recuestas un poco en el sofá, remoloneas, te pones la televisión para que te haga compañía, porque estás más sola que la una, y coges el móvil para ver qué se cuece en Facebook. Y créeme, a esas horas se cuecen muchas cosas.

De esto que vas mirando, observando y analizando cada cosa que aparece en la pantalla. Que, si Juan ha compartido vídeos de gatitos, que, si María ha subido las fotos del fin de semana anterior, que, parejas felices, que, si parejas muy felices, y más parejas que aparentan ser felices. Hasta que di con la noticia perfecta, vaya, cuyo titular decía así: “Las 7 razones por qué las gorditas hacen más feliz a un hombre”. No voy a entrar en críticas hacia el titular, que por lo que leo, quien lo escribió no debió estudiar periodismo, pues, norma número uno: “los titulares nunca terminan en punto”. Por no hablar de la cantidad de faltas de ortografía que había. Que me lloraban los hojitos, caris.

De entrada, el titular llama la atención. Te incita a leer el artículo, más bien por curiosidad, para descubrir la cantidad de sandeces y tonterías que la gente escribe, y peor aún, que mucha gente cree.

Empecemos a analizarlo. En el primer párrafo, o lead, el escritor o escritora habla de la cantidad de mujeres con kilos de más que son ignoradas por los medios de comunicación, o peor aún, criticadas. Y, continúa su defensa de “la mujer real” ofreciendo a sus lectores y lectoras siete ventajas “que tiene el casarse con una mujer llenita, en verdad son las mejores”. ¡Viva la objetividad!

Y, por si aún te quedan dudas, descubramos por qué las gorditas pueden o podemos hacer más feliz a un hombre. Como si ese fuera el objetivo principal, o peor aún, la única meta de toda mujer.

El primer punto ya cojea. Tú, hombre que me estás leyendo, deberías casarte conmigo nada más y nada menos porque “soy mujer auténtica” y “estoy feliz con la vida que tengo, me enfoco en el presente, soy excelente para hablar porque siempre te daré una respuesta honesta y no lo que quieres escuchar”. Ojo. Cuidao. Que solo las mujeres “gorditas” pueden considerarse auténticas, honestas, sinceras, y grandes conversadoras.

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Punto número dos: “Son las más cariñosas”. Tú, hombre que me estás leyendo, deberías casarte conmigo porque serás la persona más importante de mi vida y por eso me concentraré en darte toda mi atención y cariño. Vamos, que antes vas tú que yo, que el amor propio no vale un pimiento, y lo mejor de todo, nunca te diré que no, aunque me propongas cosas loquísimas como tirarme por un puente sin cuerda o tóxicas como dejar a mis amigos y familia de lado por ti.

Punto número tres: “Su apoyo a ti será incondicional”. Me ha costado pillar el mensaje, pero leyéndolo un par de veces creo que ya me he enterado. Está claro, que si eres gordita apoyarás a tu pareja en cada proyecto, sueño e ilusión, pero claro, solo si estás gordita. Además, si el artículo dice que yo soy tu fan número uno y que te debo devoción como a los santos y las vírgenes, así será. Te antepondré ante todos mis amores platónicos, ya sea Andrés Suárez, Asier Etxeandía o el mismísimo Mickey Mouse.

Punto número cuatro: “Cocinan extremadamente rico”. Claro, como soy de buen comer, la única forma de que tú, hombre que me estás leyendo, te enamores de mí es haciéndote una buena comida, sin dobles sentidos, por favor, que todavía no hemos llegado a la parte sexual. Las gordas sabemos cocinar porque somos gordas, porque nuestro mayor hobby es comer. Comer hamburguesas, pizzas, paquetes de patatas, y demás cosas grasientas. Las delgadas no saben cocinar porque, como son delgadas, no les gusta comer.

Punto número cinco: “Son las mejores en la cama”. Ves, tú, hombre que me estás leyendo, soy capaz de hacerte dos buenas comidas, bueno dos y las que me dejes, porque claro, como soy gorda y no follo, cuando follo, follo con ganas. Ya me entiendes. Además, que antes ya te veneraba como a la virgen de los Desamparados, pero es que ahora eres mi Dios al que tengo que complacer sí o sí.

Punto número seis: “No se preocupan por hacer el ridículo”. Claro que no, hombre que me estás leyendo. Te aseguro que puedo ir con una mierda en la cabeza, gritar por la calle, salir en bragas de hello kitty, que nunca, pero nunca, pasaré vergüenza, es más, haré que tú tampoco la pases por mí. ¿Por qué? Porque soy gorda y no tengo sentido del ridículo.

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Y por último, punto número siete: “Tienen un gran sentido del humor”. Claro, hombre que me estás leyendo, no tengo sentido del ridículo, pero sí del humor. Yo te cuento un chiste y te caes de la silla, es más, le quito el puesto a Chiquito de la Calzada.

Ey, tú, hombre que me estás leyendo, no sé qué haces aún ahí parado, deja todo lo que estés haciendo y pídeme ya el anillo. Yo ya me compré el vestido, los zapatos, el tocado e hice la lista de invitados, pero no tardes mucho en decidirte que se me pasará el arroz y terminaré comiéndomelo.

Sara Olivas