Antes de que nadie se tome esta opinión por donde no es, he de decir que mi antipatía hacia el concepto de belleza viene del sufrimiento que veo que causa en la gente, sobre todo en las mujeres: niñas que ya vigilan los dulces que toman en los cumpleaños, adolescentes precozmente sexualizadas, jóvenes que invierten tanto tiempo y energía en obtener la deseada aceptación… hace unos años leí, aunque no sé si habrá cambiado la estadística, que una de cada cinco mujeres en edad universitaria sufre un trastorno alimentario.

Ya en la actualidad, he hecho curiosos descubrimientos hablando con personas allegadas que trabajan como comerciales. Una de mis mejores amigas trabaja en una pastelería. A nadie debería sorprenderle el saber que su época álgida de ventas es en enero, por los roscones de reyes. Luego tiene un fijo, aunque va por goteo, de tartas de cumpleaños. Sin embargo, entre marzo y octubre las ventas caen en picado. Esto me lo comentó la última vez que quedé por ella y me llamó tanto la atención que quise saber más.

Me dejó helada lo que me explicó como una obviedad: «Silvia, entre marzo y octubre las mujeres están a dieta y por eso casi no se venden pasteles».

Ese mismo día, comenté el tema con una de mis tías. Ella se dedica al mundo de la cosmética y la parafarmacia. El tema le resultó tan obvio como divertido: «Claro, nena» me dijo «nosotros también lo vemos porque por esas fechas sólo se venden productos para el adelgazamiento, protectores solares y aftersun, pues sólo piensan en la operación bikini y en ponerse morenas, se acuerdan de los productos cosméticos después de ver los desperfectos, entre octubre y marzo».

Así de gilipollas somos. Todos preocupados, tanto, que los comerciales de diferentes sectores nos tienen perfectamente calados.

No sé a vosotras, la idea de que alguien pueda adelantarse a mis comportamientos por pertenecer a una «masa» me toca, y no poco, los ovarios.

¿Cuántas energías gastamos en cambiar nuestros cuerpos? ¿y en hacerlo a causa de causarles daño? Porque ya no hablo de salud, que entiendo que la salud va antes y que tampoco debemos caer en la autocompasión o la complacencia. No es un «soy estupenda digan lo que digan». Me encanta la filosofía de la página porque, aunque haya quien piense lo contrario, el mensaje es un «disfruta de lo que tienes mientras luchas por lo que quieres«.

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Cuando hablo de dañar al cuerpo me refiero a dietas dañinas; al uso de tacones que machacan nuestros pies; a vivir todo el día con la capa de Titanlux puesta, no sea que se nos vea una ojera, una mancha o una arruga; a tener que tomar el sol como ceporras a pesar de sus peligros; a hacernos la cera aunque nos machaque la piel, no sea que se vea algún pelo por ahí con otra clase de métodos menos lesivos… y pobre de la que diga que pasa totalmente de depilarse.

Y ya no sólo hablamos de la energía y el tiempo que gastamos en intentar cambiar nuestros cuerpos, sino del coste económico. Tiempo y dinero que podría ir a cosas que creo más productivas, aunque jamás discutiré el derecho a que cada quién invierta sus energías, tiempo y dinero como le dé la real gana. Lo único que pido es que cada quien reflexione si realmente le da la gana o si se está dejando llevar por un condicionamiento social.

Un poco como lo de la polémica del burkini, aunque nos moleste escucharlo o leerlo.

Chicas, a veces, leyendo esta página, parece que que se trata de convencernos de que toda mujer es bella, sea como sea. No, la belleza es una moda que, además, suele venir impuesta por intereses comerciales. Lo que se considera mayoritariamente bello en esta época no concuerda con lo que era bello hace un par de siglos (corsés que quitaban la respiración o beber vinagre para acentuar la palidez) o unos cuantos siglos más (pensad en aquellas pelucas blancas enormes llenas de talco y ratas, sí, ratas); el perfil actual de mujer que se considera bonito no es el que tanto valoraba el bueno de Rubens, del que tanto nos acordamos las gordas (ya sabéis que yo digo gordas) ni tampoco es el que triunfaba allá por la prehistoria, que la Venus de Willendorf, allá por el 20.000 a.C (gracias, Wikipedia) estaba jamona, jamona y no dejaba de ser una diosa… sólo porque así la consideraban.

Eso sin contar con que cada persona tiene su particular concepto de qué es bello y qué no. Sería interesante ver qué pasaría si un día sufriéramos una amnesia colectiva que nos borrara del cerebro nuestros cánones de belleza actuales ¿verdad?

Por lo demás, si se reclama la inclusión de toda clase de modelos en los desfiles no es por demostrar que todas son atractivas (¿cómo se va a demostrar tal cosa si cada quién tiene sus gustos?) sino porque todas necesitamos vestirnos. Es una cuestión de representación. La modelo es la percha que ayuda a mostrar cómo quedan sobre ella las diferentes prendas. Si todas compramos, debe haber modelos de todo tipo para que veamos cómo quedan las prendas en sus distintos cuerpos y tengamos más criterio a la hora de ir a comprar, no hay más.

WHAT-IS-BEAUTY

No se trata de creer que todas somos bellas, seamos como seamos. No se trata de vender, como algún «hater» dice por ahí, que la obesidad es deseable e imponerla como nueva moda. Se trata de estar a gusto en nuestro pellejo, pues el cuerpo es el coche por el que viajamos por la vida y es más importante el viaje que el vehículo. Puede ocurrir que veamos que lo que hoy es «bonito» mañana no, y viceversa. No suframos por no encajar en un molde con lo maravilloso que es vivir en un mundo diverso.

Y preocupémonos por nuestra salud, pero de verdad, no por lo que consideren sano los «cuñados» del universo que sólo pretenden dar por saco.

Silvia M.