Las personas como yo, siempre nos sentimos culpables por todo.

Quizá seamos realmente culpables muchas veces, pero no todas. Y ese dato las personas como yo no lo tenemos en cuenta. Sea como sea, siempre nos sentimos culpables.

Dicen que el sentimiento de culpa va sobre todo ligado a la mujer, y más, si es madre. En mi caso ambas premisas se juntan pero no creo que el hecho de ser madre haya sido definitivo ya que llevo siendo culpable desde que tengo uso de razón.

Si voy caminando y alguien tropieza conmigo, aunque ni siquiera esa persona se inmute, yo automáticamente entono el recurrido “Uy, perdona.” Luego me siento imbécil al segundo… ¿Perdona? ¿Cómo que perdona, si me ha empujado él y encima ni se ha detenido a mirarme?

Si hace días que no hablo con una amiga, al darme cuenta de ello, de inmediato me siento culpable. Debería haberla llamado, un mensaje no lleva más que unos segundos… ¿Se habrá enfadado, estará disgustada?

Nunca es culpa de que tenga mil cosas pendientes y que, además, la amiga en concreto es posible que pase siete pueblos de mí (o esté igual de liada y tampoco haya podido). No. Es mi culpa. Debería haber mantenido el contacto y haber buscado el momento.

En cualquier ámbito de la vida se repite este sentimiento.

En el trabajo puede que se detecte un error de otra persona pero yo me siento culpable porque, quizá, debería haberlo detectado antes, o ayudar a esa persona para que no se equivocara, o haberlo hecho yo…

La culpa aparece en cualquier rincón y a veces sin esperarla.

Vas de compras y no hay lo que buscas. Es porque eres exigente o porque eres muy gorda y esa talla no la hacen o muy poco previsora y debiste buscarlo antes. Da igual, siempre acaba siendo culpa tuya.

Igual que cuando algo en los planes no sale como esperabas. Ha habido un imprevisto, seguramente, pero la persona que siempre se siente culpable le dará mil vueltas a la cabeza hasta que el incidente en cuestión acabe siendo por culpa suya.

En la sociedad en la que vivimos donde todo va tan rápido y todos nos dejamos arrastrar por este ritmo asfixiante, impera también la hipocresía, el orgullo y otro tipo de actitudes y actuaciones que hacen que, por si no le fuera suficiente, la persona que siempre se siente culpable, se hunda aún más en su sentimiento culpable.

Porque, no nos engañemos, a todos nos gusta que los otros estén pendientes de nosotros, que si alguien se equivoca no nos salpique. La cosa esa del “y tú más”.

Para la persona que carga con la culpa a cuestas todo se convierte entonces en una carrera de obstáculos y en una lucha consigo misma.

Probablemente los periodos de “culpa” mayores que he pasado han sido causados por las relaciones, especialmente después de ser madre. Porque es cierto que lo que realmente nos duele es aquello que amamos y saber que personas que amamos están mal o sufren por “nuestra culpa” es lo peor.

Siempre habrá quién se aproveche de esta flaqueza y quiera aumentar su ego a costa de pisotear al “culpable” haciéndole sentir inferior y regocijándose en su sentimiento.

Por suerte, en la vida de los culpables encontramos también personas que intentan abrirnos los ojos, mostrarnos que la realidad no es la que nosotros creemos e impulsarnos para seguir adelante sin culpa ni prejuicios.  Nada mejor que un buen abrazo o la manita de un niño diciéndote lo maravillosa que eres a pesar de tus defectos.

Amigos, quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra.

Silvia Romero