Se ha escrito tanto sobre la felicidad que parece que nunca nadie podrá decir nada nuevo… Desde estudios universitarios que dicen que la felicidad no consiste en acumular cosas, si no en viajar (algo que yo tenía comprobado desde que empecé a viajar allá por mi primer año de carrera), a esa frase tan manida que nos dice que El dinero no da la felicidad, pasando por la sabiduría de Jean Paul Sartre que nos decía que Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.

Pero si hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo es en que la felicidad es algo muy personal. Para alguien puede ser tener un cochazo, para otros un chalet de 3 plantas con piscina, para mí es poder viajar todo lo que quiera, para otros sería no tener que trabajar, para algunos tener pareja e hijos, para otros es simplemente poder tomarse una caña frente al mar, tener tiempo libre, disfrutar de los suyos… Pero ¿para cuántas personas la felicidad es un número? Una cifra en la cuenta bancaria, una determinada década, un número en la báscula, una talla de pantalón. Yo no puedo imaginar lo que tiene que ser que la felicidad se acabe por cumplir los 30, o los 40 o los 70, o que dependa del hecho de que la báscula marque 60, 70 u 80 kilos. O del número de calorías ingeridas cada día. Hay tantas cosas que me hacen feliz que pensar en números lo único que hace es amargarme.

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Cuando ganaba la mitad de lo que gano ahora era feliz porque tenía tiempo libre, no tenía responsabilidades ni facturas que pagar. Ahora soy feliz porque me puedo permitir viajar cada año y comprarme ese capricho que se me ha antojado. Cuando tenía 20 años era feliz porque en mi vida no había preocupaciones y en mi cara no había arrugas. Con 33 soy feliz porque sé lo que quiero en la vida y no tengo problemas en desechar de mi lado todo aquello que me impide disfrutar. Cuando pesaba menos era feliz porque era joven y podía comer lo que me daba la gana sin engordar un gramo. Con unos cuantos kilos más soy feliz porque ahora, igual que entonces, mi felicidad no depende de lo que diga mi báscula. Es más, no tengo báscula… Mi felicidad tampoco depende de que hace unos años mis pantalones fueran de la talla 38 y ahora sean de la 42. ¿Debería ser menos feliz sólo porque ahora mi culo ocupa más que antes?.

Y es que ser feliz no siempre es fácil y cuántas más cosas condicionen tu felicidad, más motivos tendrás que te impidan disfrutar de ella. Estaréis de acuerdo conmigo en que la vida está llena de cosas importantes por las que preocuparnos y un número no debería ser una de ellas. Dejémonos de chorradas, de condicionar nuestra felicidad a lo que marca a sociedad, los cánones o los estereotipos. O la báscula. O Amancio Ortega y sus tallas minis.

Aprendamos a ser felices sin que ello esté supeditado a nuestro físico, tenemos demasiadas cosas con las que lidiar para conseguir ser felices, no dejemos que nuestros kilos o nuestra talla sean una de ellas. Aprendamos a ser felices y punto. Y por una vez riámonos de todos esos números.

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