A la gorda entre las gordas nunca le dirán aquello de: ‘no estás gorda, mujer; estás rellenita’. Jamás.

En el cole era la más gorda. En su grupo de amigos también. Ahora que trabaja, para no variar, más de lo mismo. No tiene primos, ni tíos, ni hermanos que superen sus dimensiones. Siempre será la novia más gorda que hayan tenido sus novios. Allá donde vaya, siempre será la más gorda. Incluso cuando se junte con un grupo de gordas, seguirá siendo la más gorda.

La gorda entre las gordas quiere, por encima de todas sus fuerzas, que alguien le quite el puesto. Ansía encontrar a alguien que supere su peso y sus dimensiones. No le sirve el consuelo de tener menos pecho o menos culo que otras, quiere ser, simplemente más delgada en general.

Por eso, la gorda entre las gordas, se pasa la vida comparándose con los demás. Buscando sin cesar alguien que la consuele. En la playa, en la calle, observa detenidamente su entorno. ‘Mamá, ¿esa está más gorda que yo, no?’ ‘Tía, yo no tengo esas tetas’ ‘Pues a esa le queda el biquini peor que a mi’. La gorda entre las gordas, nunca descansa.

La gorda entre las gordas se pondrá a dieta. No una, ni dos, sino mil veces; pero nunca conseguirá que nadie le quite su medalla de oro.

Pero llega un día en que la gorda entre las gordas ya no puede más. Está exhausta. Cansada de compararse, de martirizarse, de pensar que ese galardón es una losa que nunca se quitará. Así que, se pone a pensar. Su cabeza intenta buscar una solución. Intenta olvidarse del tema, obviarlo de mala manera. Pero su día a día se lo pone muy difícil. En las tiendas, siempre pide la talla más grande; en los bares, la silla más estable y en los coches, siempre va delante, por aquello de la comodidad.

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La gorda entre las gordas se odia. Se avergüenza de sí misma y decide esconderse. No relacionarse. Así, no tendrá que compararse con nadie. Será la más gorda, pero también la más delgada.

Pero la gorda entre las gordas no es feliz así. Se niega a renunciar a sus amigos, a su gente, a los planes y a las locuras improvisadas. La gorda entre las gordas quiere ponerse vestidos, faldas y tacones. La gorda entre las gordas quiere ser productiva en la vida, trabajar y sentirse útil. Quiere ir a conciertos, bañarse en alta mar, montar en bici y emborracharse en las fiestas de un pueblo que jamás recordará. La gorda entre las gordas quiere follar. Quiere amar y ser correspondida. Quiere celebrar los cumpleaños soplando las velas de su tarta favorita. Quiere ir al cine, saltar, correr y bailar.

Entonces es cuando la gorda entre las gordas empieza a darse a cuenta. Empieza a dejar de compararse con los demás porque está centrada solo y exclusivamente en ser feliz; en disfrutar de su vida, en querer, amar y valorar su cuerpo. Es así, como la gorda entre las gordas recuerda que fue la mejor de su promoción, que nunca le ha faltado trabajo, que tiene amigos con los que contar y que su familia está ahí para lo que necesite. Que no solo tiene la medalla de oro en dimensiones; también tiene un diploma de sonrisas, un bronce en responsabilidad y dos platas en fortaleza y empatía.

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Quizá, en la sociedad en la que vivimos, solo cuentan los oros que cosechamos, pero la gorda entre las gordas ahora, quiere guardar en un cajón todos sus méritos. Quiere que las medallas y diplomas que posee compartan el mismo espacio. Que los méritos y los fracasos conformen su personalidad, su vida al fin y al cabo.

Por ello, no se va a avergonzar nunca más de quién es; porque sabe que no puede ser perfecta, pero que va a luchar muy fuerte por ser la mujer que un día soñó que iba a ser. Una mujer que va a cuidar su cuerpo desde el amor que profesa por él. Porque la gorda entre las gordas, por fin ha aprendido que primero hay que amar lo que una tiene, para luchar por lo que quiere. Y que la vida, gracias a Dios, no se mide en fracasos o medallas de oro, ni mucho menos en kilos. La vida, amiga mía, se mide en sonrisas de felicidad.

Imagen de portada: Tess Holliday