Sucedió hace un par de años, en uno de esos festivales playeros de la costa gallega que se resisten a despedir el verano. Lo recuerdo perfectamente, por desgracia esas situaciones tienden a quedarse grabadas a fuego en nuestro cerebro y a repetirse en bucle en nuestras horas más bajas. Como un auto castigo que nos infligimos cada vez que nuestras inseguridades salen a flote.

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Por supuesto, la situación ocurrió en uno de los poquísimos momentos en los que me encontraba sola, de parte de tres chicos que estoy segura de que individualmente no habrían tenido la “valentía” de haberse metido conmigo.

Era de noche, en algún momento pasadas las doce, caminaba por un paseo en dirección a la fiesta para encontrarme con mis amigos, de los cuales me había separado.
Los chicos caminaban en la misma dirección y podría decir que “mi error” fue haberlos adelantado por querer llegar antes al lugar donde me esperaban. Ahí empezó todo.

Nunca sabré de quien fue el primer comentario o cual de ellos fue el que se fijó en mi como un objetivo, pero siempre recordaré sus palabras: “Eh, mirad esa, ¿cuál de vosotros se la quiere follar antes?”. Acto seguido mi reacción fue la de quedarme parada en seco, darme la vuelta, mirarles a la cara estupefacta y antes de poder soltar réplica llegó el segundo comentario: “¿Pero no ves que está gorda? ¡Eres una GORDA!”. Mi asombro era tal que apenas me dio tiempo a reaccionar, nunca me había sentido tan atacada en toda mi vida.

Decidí ignorar los comentarios y seguir mi camino, esta vez a una velocidad mayor, mientras ya a lo lejos seguía oyendo risas y comentarios hirientes. Lo único que quería era perderles de vista y que sobre todo no me viesen llorar, porque en el momento en el que me di la vuelta, las lágrimas de impotencia y rabia salieron de mis ojos sin permiso. Y no podía permitir darles más munición de la que ya tenían. Tardé casi una hora en hacer un recorrido de apenas diez minutos.

Sabía que estaba rellenita, pero estaba a gusto con mi cuerpo, nunca había sido consciente hasta aquel día de que estaba gorda. Fue un punto de inflexión y que muy a mi pesar esa escena sigue apareciendo en mi mente cuando mi ánimo se tambalea y miro los números de la báscula o mi propio reflejo en el espejo.

Lo cierto es que a medida que me iba alejando de ellos e incluso los días posteriores a ese desafortunado encuentro se me iban ocurriendo cosas que podría haberles dicho si me hubiese sentido un poco más segura de mi misma.

Y aunque esa experiencia ya forma parte del pasado, me hirieron y perdí la oportunidad de defenderme, pero hoy, escribo mi historia por primera vez y la dejo salir a la luz para decirles a esos chicos un par de cosas:

– Mi cuerpo es mío y yo decido cómo lucirlo. No tiene por qué gustarte, basta con que me guste a mi.
– Si te molesta ver a una chica gorda en tu camino, no es esa chica la que tiene un problema “de peso”, lo tienes tú.

– Soy perfecta con todas mis imperfecciones porque me respeto a mi misma y a los demás. Tú solo eres imperfecto y no respetas a nadie.

– Mi cuerpo no te pertenece, igual que mi mente, ambos son libres y en mi libertad decido mandarte a la mierda.

– A esta gorda tampoco le gustas tú. Porque ¡oh, sorpresa! Las gordas podemos elegir y tú no eres una opción.

Y chicas, tengo que deciros que durante mucho tiempo creí que había sido culpa mía, que yo solita me lo había buscado, que mi error como dije previamente había sido adelantarlos. PUES NO.
El error JAMÁS será vuestro, el error siempre será de aquella persona que decida ACOSAR a otra de la forma que sea, tanto psicológica como físicamente.

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Nunca toleréis un comportamiento vejatorio contra vuestra persona, hay que reeducar a los que se creen en poder de la verdad y a los que se creen inmunes a todo. Nunca piensan que vaya a haber réplica y creedme que cuando se la echas a la cara se bloquean porque siempre esperan nuestra reacción sumisa y vulnerable.

Es hora de que eso empiece a cambiar. Hay que cerrar muchas bocas, pero con toda la educación y respeto que nuestros padres y madres nos han enseñado. Aunque a veces y por auto defensa, lo mejor sea oír, ver y callar. Que gordas sí, pero gilipollas no.

Autor: Eri B Grace

Fotos: Sometimes Glam