Todavía no sé lo que es ser madre de hijos mayores. De momento soy madre de niños pequeños y dedico casi todas las horas de mi vida a una serie de trabajos que los niños olvidarán, que yo olvidaré, que todos olvidaremos. Pero no quiero olvidarlos.

No quiero olvidar las noches sin dormir. Las noches de teta y las noches de biberón. Las noches de urgencias. Las noches de sudor, las noches de vómitos. Las noches de cambiar sábanas. Las noches de miedo. Las noches de abrazos, las noches en las que solo mi presencia los tranquilizaba. Las noches de cuentos infinitos, las noches de observarlos dormir y morir de amor. Las noches de colarse en nuestra cama.

dormir

No quiero olvidar su voz gritando mamá veinte veces seguidas. No quiero olvidar los abrazos eternos, los ataques de besos y las pedorretas. Cuando se pegan a mi como lapas y no me sueltan. Cuando se suben a caballito encima de mí. No quiero olvidar esas manos pequeñitas. Cuando buscan mi mirada una y otra vez en cada uno de sus logros.

No quiero olvidar su espontaneidad y sus ocurrencias. Cuando me sorprenden con teorías imposibles o cuando se inventan cuentos imaginarios. No quiero olvidar sus mentiras y sus engaños. No quiero olvidar sus fantasías y su mundo paralelo.

pintura

No quiero olvidar sus enfados, sus peleas y sus gritos. Las pataletas por nada y por todo. El bucle de una rabieta sin fin que me hace perder la paciencia y la razón. El llanto, las lágrimas de cocodrilo y el desconsuelo que me rompe el alma. No quiero olvidar sus caídas, sus moratones, sus chichones, sus heridas y sus miedos. No quiero olvidar como se superan cada día y se levantan de cada caída.

No quiero olvidar su confianza ciega. Cuando sus preguntas esperan que tenga todas las respuestas. No quiero olvidar esa admiración cuando me piden que les explique los mil porqués del universo. No quiero olvidar su verdad, su sinceridad y su franqueza absoluta.

lenguas

No quiero olvidar su fuerza inquebrantable, su energía sin fin y los juegos interminables. No quiero olvidar que una vez no tuve ni un solo minuto para mí porque dedicaba la mayor parte de mis minutos en velar por ellos, por su juego, por su comida, por su salud, por su educación, por su seguridad y por su descanso.

No quiero olvidarlo porque seguro que antes de que me dé cuenta todo esto habrá pasado. Y volveré a tener tiempo para echarme siestas, para ver series y películas, para ir al gimnasio, pera leer novelas o para escribirlas. Pero a cambio mis hijos ya no me buscarán para que resuelva todas sus dudas, ni gritarán mi nombre diez veces cada minuto ni mi abrazo calmará cualquiera de sus pesares.

Así que no quiero olvidarlas. Porque son maravillosas.