Nos comparamos constantemente, y cuando esto empieza a hacer mella en nuestra autoestima, nos vemos envueltos en un mar de lágrimas, ansiedad y frustración. Compararnos de forma compulsiva con los demás no trae nada bueno, y si basamos nuestro amor propio en lo que los demás hacen o dejan de hacer, es inevitable que tarde o temprano acabemos en la mierda. El problema es que es un hábito muy difícil de cambiar ya que nos lo imponen prácticamente desde que nacemos, y poco a poco vamos adaptando esta dinámica a otras situaciones y personas.

Inevitablemente interiorizamos las comparaciones. Vivimos en una constante lucha entre la individualidad y encajar en el molde social. Por ejemplo, imagínate a una niña de 12 años. Crece y empiezan a aparecer michelines, celulitis y estrías. A ella le gustan. ¿Por qué no iban a gustarle? Es piel, es su piel. Entonces, de un día para otro, encuentra una revista. Ninguna de las modelos de la Cosmopolitan tiene michelines, celulitis ni estrías. Lo mismo sucede en las películas, en la televisión y en la sociedad. Es diferente, ya no le gusta. Cuando tiene clase de gimnasia, va con el chándal para no cambiarse delante de sus compañeras. Las demás parecen perfectas, como si no tuviesen una lucha interna con sus propias inseguridades. Ha empezado a compararse con otras y por el camino ha perdido su autoestima y su felicidad.

Lo curioso de las comparaciones es que, aunque parezca que no, con ellas siempre sales perdiendo.

Cómo funcionan las comparaciones

Nos gusta tanto destacar, que somos capaces de cambiar nuestro propio sistema de creencias con tal de salir ganando. Desgraciadamente muchas veces recurrimos a pensamientos tóxicos y dañinos tanto para la persona con la que nos comparamos, como para nosotros mismos.

  • Situación hipotética: te sientes insegura. Has salido de fiesta y tu amiga ha ligado, pero tú no te has comido un rosco. Llegas a casa cabreada.
  • Pensamiento hipotético 1 para no dañar tu autoestima: bueno, no es que ella sea más guapa ni esté más buena. Es que es más facilona. Los chicos me ven más inaccesible y por eso no se acercan a mí.
  • Pensamiento hipotético 2 para no dañar tu autoestima: bueno, a lo mejor ella es más guapa, pero por lo menos yo soy más lista.
  • Creencia que se que esconde detrás de esos pensamientos: mi amiga es mucho más guapa y por eso liga más. Yo no ligo porque no me lo merezco.
  • Creencia que deberías adoptar: la belleza es algo subjetivo y lo importante a la hora de la verdad no es lo que consigan los demás, sino lo que me hace feliz a mí, lo que me convierte en quién soy, y lo que me define. Soy única, soy preciosa, soy inteligente y soy carismática, pero si algo no me gusta, sé que puedo cambiarlo para convertirme en una mejor versión DE MI MISMA y no de los demás.

Y como este ejemplo, se me ocurren cien más. A veces enfocamos las comparaciones a lo físico, pero en muchas ocasiones la gran perjudicada es nuestra personalidad. Digamos que las comparaciones son un fiel reflejo de nuestras inseguridades, y sobre ellas no hay nada escrito, ya que pueden afectar a cualquier parcela de nuestra vida.

La solución es QUERERTE

Las personas con más predisposición a compararse suelen tener problemas de autoestima. Les da miedo no ser lo suficientemente buenas y no saben evaluar de forma objetiva sus capacidades, así que se comparan con los demás para decidir así su valía.

No podemos controlar los éxitos y fracasos de los demás. Cuando vivimos constantemente pendientes de algo que supera nuestro control, nuestra vida acaba siendo dominada por la incertidumbre, la frustración, las inseguridades y la tristeza. En vez de trabajar para convertirnos en una versión mejor de nosotros mismos, nos esforzamos para superar a personas con una vida que desconocemos, personas que tienen inseguridades que ni siquiera imaginamos. Poco a poco dejamos de vivir para nosotros, y nos convertimos en una versión low cost de alguien a quien ni siquiera comprendemos.

Por supuesto habrá veces que las comparaciones nos darán alegrías. Recuerda lo bien que te sentiste ese día que saliste de fiesta y ligaste más que tus amigas, o cuando sacaste mejor nota que ellas en un examen. Menudo subidón eh… Pero, ¿qué es lo que refleja esa felicidad momentánea? Al fin y al cabo, sigues basando tu autoestima en lo que hacen o sienten los demás.

En términos psicológicos, para tener una buena autoestima, es necesario un buen autoconocimiento. ¿Cómo nos vamos a conocer a nosotros mismos si vivimos imitando y comparándonos con los demás?

 

Acéptate, quiérete, cuídate y mímate. Es el único camino para ser feliz, ¿te apetece dar el primer paso?

@ManriMandarina