Ya sean las comedias románticas (que en muchos casos no sé por qué no las llaman dramas directamente), las películas de Disney, el machismo estructural o nuestros complejos, pero durante nuestra etapa como mujeres vivimos engañadas en lo que se supone que debe ser el amor y cómo vivirlo.

Si has sido una adolescente gorda, seguramente hayas pasado por la fase de sentirte fea y mal por ser como eres, y ningún chico te quiere ni tienes tus primeros novios como el resto de tus amigas guapas y delgadas. Lo que se suma a tus mil complejos y te crees que es culpa tuya ¡Y no eres merecedora de atenciones amorosas! Así que entre hormonas, dietas y crushes que no serán correspondidos jamás, pasas tu etapa de revolución hormonal con una mezcla de sentimientos que no se los deseas a nadie.

Pero luego llegas casi a la veintena. Sales del cascarón, te vas a la ciudad a estudiar, amplías tu círculo. Vaya, que descubres mundo. ¡Y estás que te lo comes! Porque a ver, sigues siendo gorda y ese cuerpo serrano no se mantiene del aire. Ahí ya empiezas a ampliar el mercado. Hay opciones y quieres probarlas. Empiezas a ligar algo más y te empieza a subir la autoestima (aunque auto, lo que sería auto, no es esa estima). Porque sí, amigas, hemos vivido tan acomplejadas y educadas en un sistema patriarcal en el que si no te hacen caso los hombre, no te quieres. Y están en una post adolescencia en que eso aún te afecta. Y en ese momento es un pez que se muerde la cola, con lo que cada vez te sientes mejor y te creces más.

bb88878466eef00bb164b756f5dd31d7c3fc03f4_hq

A los veintipocos te llega ese momento mágico de querer tener algo más serio, más duradero. De enamorarte. Sentirte como esas princesas o esas chicas de las pelis a las que les hacen los gestos más románticos del mundo. Además, eres una mujer fuerte e independiente, que sabe lo que quiere, lo que busca y manejar todas las situaciones, y no se enamorará del primero que le haga un poco de casito. Ajá. Te vuelves a engañar. Porque aparecen los que luego desaparecen. Y vuelven a aparecer. Así, intermitentemente. Los que no están listos para el compromiso, pero que tampoco se despegan. Y tantos otros. Y tú te enganchas (porque amor no vamos a llamar a eso), porque es lo que te han enseñado que debe ser el amor: doloroso, pero tú puedes ser esa persona que le haga cambiar y todo ese sufrimiento habrá valido la pena. Y además, están contigo, ¿Eso significa algo, no? Pero no, lo que significa es que nos han enseñado que las mujeres debemos sufrir por amor, el hombre debe elegirnos, él es el bandido que cambiará por ti si eres buena y vales la pena (porque tu valía la miden ellos). Súmale, además, esos complejos que has ido arrastrando desde siempre y que aún andan por ahí, haciendo que bajes a tus infiernos de vez en cuando. Como resultado tenemos lloros, esperanzas, y relaciones dañinas.

Y con suerte, de todo eso acabas aprendiendo. Y estás en la treintena, o muy cerca. Y tu perspectiva cambia. Empiezas a ser una prioridad para ti misma. Aquí, compañeras, se produce el milagro: empiezas a quererte. Y empiezas a dejar de buscar el amor y la reafirmación externa. Ya no necesitas a nadie para valorarte. Y te das cuenta del engaño. De todos los engaños.

image

Así que quiérete. Quiérete a ti misma porque vales mucho, porque has vivido mucho y has superado muchos obstáculos. Quiérete, valórate y disfruta de lo que tienes y luchas por tus metas. Y cuando estés bien contigo misma, y no te importe estar sola o no, porque no necesitas a nadie que lo confirme, entonces, cuando llegue, y si llega (porque nena, ya no es tu prioridad, lo eres tú), sabrás elegir y valorar el amor tranquilo, bonito. Compartir tu vida y tu futuro con alguien, tus cosas en común y las que no, que siempre hay sitio para aprender. Pero sobretodo, vivir juntos, no vivir para él y por él. Porque ahora ya no te supeditas a nadie. Y dejarás de sufrir, dejarás de desear esos amores imposibles que duelen, porque eso no es cuidarse, y tú ahora te cuidas muchísimo, porque sabes que lo vales.

Anna H.