Os pongáis como os pongáis las «gordimalas» no existen y tampoco son los padres, lo siento.

La polémica se desató hace unos días cuando publicamos los «Cinco rasgos característicos de las gordibuenas«, un artículo que no tenía otra intención que la de divertir y empoderar a la mujer en la idea de que otro modelo de belleza es posible y que el cambio se encuentra en gran medida en nuestras cabecitas locas. Fueron muchas las personas que se sintieron ofendidas por la definición y por los rasgos que me inventé y que evidentemente no responden a ningún parámetro científico. Algunas, porque les parece mal que las chicas con sobrepeso nos queramos (¡pobres infelices!) y, otras, porque ven cierta discriminación en mis palabras. Curioso fenómeno.

Intentar objetivizar la belleza siempre ha sido bastante problemático sobre todo cuando se está manejando un modelo distinto al estándar porque ahí todo el mundo tiene algo que decir. Pero creo que una cosa debe quedar clara: cuando te metes en el fregao de definir un tipo de belleza muy concreto, en este caso las gordibuenas, no estás pensando en menospreciar al resto de la humanidad. Que, ¡ojo!, ser inclusivos está muy bien pero a veces hay que llamar a las cosas por su nombre y hay gordas y gordas. Esto no quiere decir que unas sean mejores que otras, porque repito: las gordimalas no existen y en el caso de existir el adjetivo implica connotaciones personales y no físicas. Las gordas que no son gordibuenas son, cariñosamente, gordis a secas y tienen que quererse mucho por lo que son, por conseguir sus metas y perseguir sus sueños.

 

Yo soy una gordis a secas, nunca una gordimala, y puedo identificar a una gordibuena sin ningún tipo de problema. Incluso, así entre nosotras, os digo que no me acompleja admitir que es  lo que aspiro a ser y que por eso intento cuidarme. Además soy gordibuena de corazón, ¿por qué?, pues porque tengo la cabeza muy bien puesta, muchas ganas de molar, sentido del humor a tope (lo que no quiere decir que tenga un carácter dócil) y me gusta sacarme partido e ir guapis por la vida. Soy de las que piensa que al final es todo una cuestión de actitud. ¿Tengo que pedir perdón por ello? ¿Soy menos gordi-activista por ello? Yo creo que no.

En mi opinión no todas las gordas son iguales, de la misma manera que, en general, no todas las personas son iguales (porque, ¡eh!, qué cosas, las gordas también somos personas) si no, la vida sería un coñazo. Esto no significa que para ensalzar a unas haya que demonizar a otras, como defensora de un mundo más amplio y plural esto no puedo admitirlo. Pero lo que me parecería muy hipócrita es obviar que existe una belleza más allá de la talla 40 en pro de la no discriminación, porque una cosa no le quita valor a la otra. Luchar contra los cánones establecidos es maravilloso, pero las vías para hacerlo son muchas, diferentes e igual de válidas, como nuestros cuerpos.

Por otra parte tener un físico determinado no ímplica tener que ponerte el traje de guerrillera ni tampoco tener que esconder tu cuerpo con sacos y ropa de gusto cuestionable. Es decisión de cada una buscar la forma en la que quiere llevar su lucha porque, amigas y amigos, en esto estamos todos implicados aunque nuestros planteamientos sean distintos. Yo abogo por trabajar nuestra autoestima y la aceptación de nuestros cuerpos (asunto difícil en los tiempos que corren), para que brille la gordibuena que todas llevamos dentro. En mi humilde opinión parte de este proceso radica en conocer nuestras imperfecciones y sacarles todo el partido que nosotras queramos. Admitir que  Beyoncé, Nadia Aboulhosn o Jennifer Lawrence (por poner ejemplos de diferentes tallas) son unos bellezones y hablar de ello sin tapujos no nos convierte en mujeres menos implicadas en la campaña antisegregación por cuestión de talla.

keep-calm-and-love-gordibuena

Y mientras hablamos de estas cosas las gordimalas están bebiendo sangre de unicornio con sus amigos los gamusinos.