A veces no me entiendo ni a mi. La industria y la sociedad ya nos machaca lo suficiente pero nosotras somos especialistas en fustigarnos más. A veces no entiendo cómo nos quedan fuerzas para seguir dándoles la razón y sacar energía de donde no la tenemos para seguir odiando.

Si te fijas, todo lo que nos rodea nos invita de alguna manera a odiar nuestro cuerpo. Comida light para nuestras horribles lorzas. Cremas para nuestras tremendas arrugas. Tinte para las temidas canas. La industria está empeñada en convencernos de que somos feos, de que no servimos para nada. A no ser, claro está, que consumamos sus maravillosos productos y sucumbamos a la presión de los cánones de belleza vigentes. Entonces sí podrás pasar al Olimpo de la perfección al que pertenecen un par de ángeles de Victorias Secret , el tío Jesse y poco más.

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Pues ya que estoy aquí tengo que contaros un secreto. El Olimpo de la perfección es un soberano coñazo. Es bastante más divertida la jungla en la que estamos el resto de mortales, con nuestras carnes colganderas y nuestras rozaduras entre los muslos. Y tras escuchar y leer cientos y cientos de historias en WeLoversize, tengo claro no, clarísimo, que la felicidad no es un peso ni una talla concreta.

La felicidad de verdad es que te traigan churros para desayunar cuando menos te lo esperas.

Que a tu abuela le den el alta del hospital y entre en casa sonriendo.

Que llegues a casa pensando que estaba hecha una leonera y tu chico la haya limpiado para dejarla como los chorros del oro.

Que tu hermana te diga que espera gemelos y que quiere que tú seas la madrina.

La felicidad es quererte a ti misma, uses la talla 36 o la 56.

Solo así estarás preparada para tomar las mejores decisiones y disfrutar cada segundo de este viaje que dura dos días y del que ya nos hemos comido uno entero lamentándonos por no encajar.

Autor: E.