Hoy me he levantado nostálgica. Sí, estimados lectores, he abierto mi armario y he empezado a probarme ropa de años ha, ya que me encontraba más aburrida de lo habitual entre mis carnes. En el último mes, y por motivos que no os voy a contar  (un plato de patatas fritas con mayonesa para cenar, unos donuts para merendar con batido de fresa, desayunar pan tostado con mantequilla como si fuesen a empezar a racionarlo, unido a mi escogido sedentarismo,joder, ya me lo habéis sacado…), he engordado alrededor de 10 kilos y, chicha arriba, chicha abajo, me encuentro fenomenal. Me han crecido las tetas, que desde que nació mi hijo parecían dos botas de vino vacías, mi culo ha adquirido un volumen que ríete tú de la Kardashian, y mis muslos antes celulíticos, ahora lo son además rotundos. Me encuentro genial, y punto.

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Ahora viene el problema: mi barriga. Como ya he comentado, lo mío no es el deporte. Nunca lo ha sido.  NUNCA. DE NINGÚN TIPO (a no ser que follar se considere como tal, porque entonces una ya es corredora de fondo). Pues mis recién adquiridas redondeces no se avienen a entrar del tó en mi ropa. Lógico, diréis, pero desde que nació mi vástago, he sido de ir cómoda, con vestidos camiseros, camisetas holgadas, leggins… Regado todo con toíta la gracia y el buen saber de mis sempiternos labios rojos, y mi eyeliner negro (que lo mismo parezco Amy Winehouse, que me dibujo la línea Maginot. A ver si dentro de veinte años he aprendido a dejarme los ojos decentemente simétricos, y no como Carmen de Mairena, diosbendigasucoño).

Me encuentro en un callejón sin salida, así que desde estas humildes (jajajaja) líneas, ruego podáis ayudarme, además de pasar un buen rato. La ropa me entra. Me encuentro genial con mi peso. Me siento más femenina, me gusto más, y la imagen que me devuelve el espejo está para darle. PERO algo no encaja… Tengo lo más parecido a un cuerpo botijo que conozco, porque mi barriga resalta más que mis pechuguis y mi culín. Y cuando digo resalta, es que la muy cabrona sólo crece hacia adelante, no en plan flotador alrededor del cuerpo, no, sólo palante. Soy como ésos alemanes cincuentones que te puedes encontrar por Mallorca (toma topicazo, no se me ofenda nadie) que tienen una tripa como de estar a punto de cumplir. Pues eso. Claro que tantos años dándole a la cerveza sin remisión, tenían que tomar forma. Qué hago, nenas, ¿me fajo o no? Con la fajita me veo más mona, la ropa me sienta divinamente, pero algo en mi interior ruge contra tal decisión (y no, no son mis ganas de patatas con mayonesa), porque ya no voy al natural, luciendo mi precioso cuerpo. De momento voy sin, pero he de admitir que me tienta ponérmela.

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Rebeca Alcántara