Hasta el  moño de las excusas, hasta la faja de los polvorones y hasta las cejas de las miradas de pena.

Sí, es navidad.

Sí, estoy gorda.

Y sí, me voy a comer ese mazapán, ¿algún problema?

Y no es que sea yo una persona borde con un rencor hundido en el pecho que sale a pasear en estas fechas. No, soy una dulzura, lo prometo, pero es llegar estas fiestas, con comidas, cafés con dulces y las malditas bandejitas por todos sitios colmadas de turrones, bombones y ese largo etcétera con extra de azúcar. Y no tengo problema con todo eso, es fantástico, poder comer dulces que el resto del año no puedes. Pero siempre está esa tía, o primo tonto, o amiga tocapelotas que te mira, y puede que no diga nada, pero esas miradas son de tres tipos:

Tipo A) “No te haces ningún favor a ti misma comiéndote dos alfanjores”

Tipo B) “Pobrecilla, con que gusto se come las peladillas”

Tipo C) “Comiendo roscón a ese ritmo normal que no le entre la ropa”.

Sí, o sienten pena, o reprobación, o directamente, ese “te lo mereces por gorda”. Y claro, escucho a la gente que como yo se tiene que excusar porque Navidad es una vez al año, o porque en enero se pondrán con la superdieta, o porque entre evento o evento prometen irse a pasear. Y me cansa. Estar gordo no es un crimen, no molestamos a nadie, y si no quieres verme comer turrón, no me invites.

giphy (2)

Me duele cada excusa que oigo, o que me veo a mí misma preparando. Pero es que no, soy libre, y sé las consecuencias de comer dulces a porrillo, pero también sé que comer en familia es un placer. Da igual donde vayas en el mundo, cualquier cultura celebra sus eventos juntándose para comer auténticos banquetes, y en todas tienen una estupenda variedad de dulces. Y lo hacemos porque es bonito compartir ese momento.

Entonces, ¿por qué tengo que pasarlo tan mal? ¿Por qué tengo que decir que explicar que apenas como dulces el resto del año? ¿Por qué me atiborran con memes de gatos gordos y futuras dietas? ¿Por qué tengo que escuchar historias de una amiga de una vecina que adelgazó a base de pollo y lechuga? ¿Por qué tengo que escuchar contar calorías? ¿Por qué tengo que ser políticamente correcta con la tía Maricarmen de turno que se dice que soy guapa de cara?

Así que os comparto que ya no me excuso, no me corto ni doy explicaciones, y cuando alguien me dice algo, educadamente, que mi madre me educó bien, pido por favor que no se hable ni de dietas ni calorías mientras estamos comiendo. Y cuando recibo esa mirada de la que hablaba antes, sonrío, y si me preguntas te diré lo feliz que me siento conmigo misma y de estar compartiendo estos días con gente a la que tanto quiero. Porque al fin y al cabo, ese es el motivo de juntarnos en estas fechas, para compartir momentos de felicidad y dar besos de mazapán.

Irie Olvia