En Weloversize ya se ha hablado en más ocasiones de las personas tóxicas. Hay artículos que indican cómo distinguir a una amiga tóxica y deshacerte de ella, algo que es duro, pero que una vez hecho suele reportar mucha felicidad. Sin embargo, cuando la persona tóxica es de tu familia, la cosa ya es más compleja, pues dependiendo del grado de parentesco, puedes o no librarte de ella (si la persona tóxica es un pariente lejano y que además vive en Mataporculo del Valle, pillar una falsa gastroenteritis cada vez que viene de visita es relativamente fácil).

Por desgracia para mí, mi abuela es la persona más tóxica que jamás he tenido la desgracia de conocer, y he conocido a unas cuantas. No es cosa de la edad, una falta de respeto es una falta de respeto se dé en la edad que se dé. Es faltona, clasista, intolerante, guarra y tirana, y siento pintarlo así, pero no puedo suavizarlo más. Nunca limpia, siempre critica cualquier cosa que mi madre o yo hacemos y por supuesto se pasa media hora rumiando cada comentario con el fin de dar donde más duele, montando un drama tremendo que enfrenta a la familia si, por misterios del destino, tú ese día estás inspirada y se te ocurre echarla en cara que ella no es un dechado de virtudes precisamente.

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En cuanto empecé el colegio vi que era gorda, mucho más gorda que las otras niñas que iban conmigo, y al principio no hubo mucho problema, hasta que un día, más o menos con siete años, mi abuela soltó delante de todas ellas “ale, aprovecha y muévete que con lo gorda que estás así bajas algo de peso”. Que te lo diga un extraño duele, duele mucho, pero que encima sea tu abuela la que lo diga… me dolió tanto que lo recuerdo hasta el día de hoy, lo tengo clavado como una gran espina. Empezaron a burlarse de mí hasta tal punto que mis padres acordaron llevarme al psicólogo, a lo que su genial respuesta fue “¿para qué va a ir al psicólogo si lo que necesita es bajar de peso y comportarse como una niña y no una marimacho?”. Creo que no es necesario añadir lo mal que me sentí al escuchar eso. Sí que es cierto que era poco femenina, pero de ahí a marimacho había un abismo, además, si eso me hacía feliz, no creo que fuera un crimen.

Peso, actitud, gustos, amistades, estudios…  al vivir con nosotros estaba las 24h. encima de mí, controlando todo lo que hacía, con quién salía, cuánto estudiaba, qué, dónde, cómo… Se convirtió en un agobio continuo, y mientras no cesaban los ataques directos o indirectos, las comparaciones odiosas por todo, encima me comparaba con mis compañeras de clase, compañeras que, por ese entonces, me habían conseguido mermar hasta tal punto que terminé recurriendo al cutting, self harm o como queráis llamarlo, cortes, cortes en los brazos, en las piernas, en el estómago… cortes por cada ataque que recibía.tumblr_myjojt29AM1t0951zo1_400

A los trece años tuve la gran suerte de conocer a los que serían mis mejores amigos, gracias a ellos afronté la realidad de otra forma, yo no era el monstruo que ella me hacía creer que era. No era ni soy perfecta, pero no me merecía toda es lluvia de mierda (con perdón de la expresión) que me tiraba encima día tras día. Empecé a comer y a hacerle frente, a jugar a videojuegos y a hacerle frente, a sentarme a la mesa con el resto de la familia cada vez que venían a visitarnos y a decirle todo lo que pensaba de ella, de su continuo maltrato, de todo lo que me había hecho, a echárselo en cara y cada vez con lengua más viperina y con palabras más envenenadas. No me siento orgullosa, pero no puedo alejarme de ella, y si no la enfrento, me hunde.

Poco a poco he ido controlándola, si ella me llama gorda (algo que hace mínimo cuatro veces al día) yo la respondo lo más hiriente que se me ocurre en ese momento, y no, no es solución, pero os contaré algo que me pasó hace tan solo unos días para que os deis cuenta de hasta donde llega ya un acoso de más de dieciocho años de duración: hace dos semanas que he empezado una dieta seria para bajar de peso, con un entrenador personal que además es nutricionista y al que adoro, en dos semanas me ha hecho perder cuatro kilos y medio. Bajo por salud, no por estética, porque realmente a mí lo que me gusta no es la moda, son los videojuegos, y para jugar, me da igual mi peso. Su primer comentario ha sido “vas a seguir siendo fea, bajes o no bajes de peso, deberías centrarte más en aprender a llevar una casa, que será por lo único por lo que te valore tu pareja”. Ante semejante perla, me quedé a cuadros, y la mandé a paseo nada más recobrar el habla, pero por la noche, escucho que le dice a mi padre “vigila bien lo que hace, que el marica ese la está comiendo la cabeza, a ver si se empieza a creer una de ellos”.

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Mi entrenador personal es gay, y yo soy bisexual aunque no se lo haya dicho, y en ese momento lo único que pude hacer fue correr a mi habitación para no darle dos guantazos con la mano abierta, por excesivo que suene. No está demente, no está con alzhéimer, no tiene ninguna enfermedad salvo su intolerancia y su rabia. Nunca me ha querido y sé que nunca me querrá, diga lo que diga. Y al final me he dado cuenta de que no merece la pena mendigar por su cariño. Podría seguir contando mil anécdotas, mil situaciones en las que una mujer que supuestamente debería quererme me ha hecho sentir el ser más miserable del planeta, algo con menos valor que un pañuelo usado, una mujer que ha logrado hundirme en varios problemas psicológicos (con un 80% de la culpa, voy a ser justa, que más gente ha colaborado) en lugar de ser un pilar de apoyo.

No es fácil convivir con gente así, pero si por desgracia os toca alguien así en vuestra familia, recordad mi máxima: soy lista, soy fuerte, soy mejor. Creérselo es duro, durísimo, y sin embargo al final se hace. Responded, a cada insulto, a cada falta de respeto, cada vez que os hagan llorar devolved el golpe porque si dejáis que se envalentonen, no pararán hasta que un día al miraros al espejo seáis como esa persona, con la misma negrura en el alma. Sois fuertes, sois valiosos y algún día alguien os devolverá todo el amor que lleváis dentro si no dejáis que os lo quiten. Si estáis en el lado afortunado, y no tenéis a nadie así en la familia, corred a dar un beso a vuestros padres, abuelos, tíos, primos y sobrinos, porque no sois conscientes de la suerte que tenéis.

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Autor: Akane.