Muchas veces nos referimos a otras personas con una metonimia, véanse ejemplos como: la rizos, la gafuda, el barbas, el piños, la ojitos, el bigotes… En mi caso, esta definición de la parte por el todo ha sido, históricamente, siempre la misma: la tetas. La melonera, la pechugona, la pechotes, Pechu, la prima de Yola, Boobsie, la globos, la musa de Fellini… en fin, la de las tetas. Esa soy yo. 

Y decía históricamente porque esta generosidad pectoral se desarrolló con mucha precocidad. Recuerdo perfectamente estar en el católico y apostólico recreo de mi cole, en 4º de EGB, y que se acercara un chico mayor, de 6º o de 7º, a decirme mientras masticaba su bollicao: “Vaya domingas”.  Yo, que no era ni mujer aún, que iba con mi uniforme y mi babi y que apena tenía dos garbancillos que comenzaban a despuntar, sentí como lo sórdido y lo grosero me traspasaba por primera vez la autoestima dejándome muda. Me jodió mogollón y lejos de convertir ese sentimiento en rabia, que ojalá, lo convertí en complejo, introversión y vergüenza. emma-stone-disgusted-ew-gif

Ya no había vuelta atrás. Y los garbancillos transgénicos mutaron en nueces, mandarinas, limones, cocos, melones cantalupos e incluso sandías dependiendo de los dictámenes de la báscula. Y durante años llevé un sujetador más otro sujetador deportivo por encima, sudaderas y ropajes superiores tres tallas más grandes, bañadores deportivos aplasta tetas (jamás bikinis) y una chepa exculpatoria que cada vez se hacía más y más evidente.

El complejo era patente y bastante reconocible para mí. Lo que no entendía ni de lejos era la envidia sana o admiración de algunas amigas, porque yo me hubiera cambiado en ese momento por una tabla de surf, de planchar o de snow. El desapego por mis pechos iba en aumento, aderezado en unos casos por el siempre persistente “ponte derecha” de mamá, y en otros por comentarios desafortunados como “ya verás cuando te embaraces” o el tradicional “teta que mano no cubre, no es teta sino…”giphy

Por no hablar de la teoría del lápiz para saber si tenías las tetas caídas o no. Había que colocarlo debajo del pecho con el brazo correspondiente levantado. Si al bajar el brazo y soltar el lápiz, éste se iba al suelo, ¡enhorabuena, tienes las tetas en su sitio! Y si no se caía, ¡horror, flacidez, descolgamiento, tetas caídas, es el fin! Con 16 años, asumes como dogma de fe acuñado en las escrituras revistiles femeninas que, encima de tener dos ubres, además rozan tus tobillos. Nada más lejos de la realidad, aunque tu realidad por aquellos entonces era oscura y desalentadora. Ahora lo pienso y anda que no fui gilipollas, con lo bonitas que eran, que son. Pero te lo crees y te ves abocada tú solita a la vergüenza absoluta de mostrar tu pecho, a la necesidad enfermiza de ajustar al máximo los tirantes del sujetador, día y noche, aunque te hagas dos cortafuegos en los hombros. Y a tener una manía constante de “subir tirante, bajar de atrás, chequear escote” que ni Nadal con los gallumbos antes del saque.

Poco a poco y gracias a madres, primeros novios respetuosísimos, amigas y amigos y a trabajar la autoestima empiezas a amar cada vez más tu cuerpo y, sobre todo a ellas. Un día, tu madre te regala una camiseta un poquillo ajustada, te la pruebas porque no le vas a hacer el feo y… Jo, pues qué bien me veo. Y así, pasito a pasito te empieza a dar igual lo que digan y piensen los demás, porque esas tetas a las que has defenestrado toda tu anterior vida son parte de ti, de tu identidad y son tú. Y te das cuenta de todo el cariño, cuidados y luz del sol que les debes. katy-perry-boobs

Todo va haciendo “click” y llega un momento en que lo que te hacía polvo, te resbala. Creo que hay compañeros de clase o de trabajo que a día de hoy no saben de qué color tengo los ojos. Encima soy bastante alta, con lo que el esfuerzo de que alguien busque contacto visual es aún mayor. Pero, sin duda, las miradas de desaprobación y asco más intencionalmente hirientes siempre han provenido de mujeres. Es como si tuvieras que pedirlas perdón por ser una pseudo buscona amenazante, con sus “Pechos fuera” como Afrodita de Mazinger Z, culpable de su propia genética. Señores y señoras, que todo lo malo sea tener dos tetazas, vamos hombre…

Y luego aprendes a responder automáticamente y sin inmutarte a las preguntas y comentarios más formulados del mundo a una tetona. Ejemplos:

  • ¡Hala, cuántas tetas!
  • ¿Cuántas? Dos, como todo el mundo.
  • Tú no puedes dormir bocabajo, ¿no?
  • Y hasta de pie si me pongo.
  • ¿Te puedo hacer una pregunta, por curiosidad?
  • Sí, son de verdad.
  • Ah, sí era eso… Vaya, pues joooer, maja…
  • ¿Te puedo hacer una pregunta, por curiosidad? (Vol.2)
  • No, no me llego.
  • Pero, ¿cómo no te vas a llegar, si en las porno hacen así y…?
  • Que no.
  • A ver, inténtalo que yo te vea.
  • Que te jodan.

Así que, tetas, lo siento. Lamento que en su día me convencieran de avergonzarme por ser como soy. Sois una parte de mi todo, ESENCIAL.

Autor: Marisa R. Abad