Los estereotipos. Esos que nos dicen cómo debemos ser y actuar. Arréglate el pelo, depílate, ponte maquillaje, haz que te valga la talla 34, usa esos tacones que tanto daño te hacen. Y así una lista interminable de cosas. Pasamos la vida preocupadas por vernos bien, por gustar, por encajar en una sociedad de cánones irreales. Admiramos a modelos y actrices con la cara cargada de maquillaje, operadas y el cuerpo  retocado con photoshop. Mujeres que solo aspiran a entrar en la talla 32 a cualquier precio.

Y un día te miras al espejo y no te reconoces. Sueñas con ser como ellas e incluso llegas a odiarte. ¿Cuántas de nosotras habremos llorado viendo nuestro reflejo maravilladas por una belleza que no es real? ¿Cuántas habremos contado calorías a cada minuto? ¿Cuántas habremos llegados a obsesionarnos? Nos dañamos física y mentalmente. Miramos y resaltamos cada defecto ante el espejo. Nuestra mente se convierte en nuestro mayor enemigo y la autoestima está por los suelos, pero, ¿realmente vale la pena? Sufrimos por intentar convertirnos en algo que no somos, en algo que no existe. ¿Quién dice qué talla es la correcta? ¿O que un cuerpo con celulitis o estrías no puede ser hermoso? ¿O quién decide qué es bonito y qué no? Cada persona tiene una percepción de la belleza y la admira de forma distinta. Como quien admira un cuadro, un libro o una canción, porque cada mujer es arte, es poesía, es melodía. Siempre habrá alguien que nos vea preciosa, que le encante nuestra sonrisa, nuestros ojos, nuestro maravilloso cuerpo. ¿Por qué he de insultarme a mí misma y no admirar cada virtud?

Me he cansado de no quererme. No quiero derramar ni una lágrima más por una persona que no me valora, que no me quiere. No quiero contar mis costillas. No quiero ser una muñeca. No quiero seguir vuestras modas. No estamos aquí para hacer feliz a la sociedad, si no a nosotras mismas. Una 46 es tan válida como una 34 y viceversa, y nadie tiene derecho a decir lo contrario. Dejemos de etiquetar a altas y bajas, delgadas y gordas, guapas y feas. Somos mujeres y, sobre todo, somos personas.

Merecemos gustarnos, querernos, ser felices. No nacimos para ser perfectas, pues nada lo es, ni si quiera esas modelos de pasarela. No tenemos por qué pesar 50 kilos, ni  tener siempre el pelo perfecto, ni comer una manzana al día. Cada defecto nos hace únicas. Todas tenemos ese día que nuestro rostro luce apagado, tenemos ojeras o el cabello indomable o, simplemente, no nos apetece maquillarnos, y no lo hacemos, porque no lo necesitamos. Así que ámate, así como eres, tan bella, tan única. Deja las inseguridades a un lado. Regala sonrisas al mundo y desentona. No busques miradas ni piropos, busca ser libre. No le des a nadie el poder de destruirte. Salgamos a la calle con la cabeza bien alta y orgullosas de ser como somos.

– Lia Ruiz.