Te levantas y te dices a ti misma que hoy va a ser diferente, aunque en el fondo sientas que eres una pringada que está más perdida que un pulpo en un garaje. No tienes ganas de arreglarte pero vas a ver a la persona que últimamente está despertando ciertas pasiones en tu ser huraño y absurdo, ese que a menudo te resulta útil para escribir historias y canciones pero no para la vida real. Además nieva. Y seguro que después va a llover. Aquí el tiempo está loco.

A lo largo de nuestra vida tenemos diversos tipos de citas pero buscamos, en el fondo, que una de ellas marque la diferencia, que no sea una anécdota que escribir en un diario (en el caso de que seamos tan profundos como para escribir en un diario, vaya). Si la cita sale mal es posible que se deba a que le importes un pimiento al otro, pero oye, con suerte a lo mejor pasáis un buen rato diciendo estupideces o practicando el colchonismo.

Últimamente pones mucho en práctica eso del pensamiento positivo e internet está lleno de esas mierditas que lo hacen más accesible (psicólogos, este es el preludio del fin. Ojito), así que aunque sea la millonésima decepción en tu vida sabes que lo superarás. ¿Por qué no tirarse a la piscina una vez más? En la cita no inviertes demasiado tiempo en la práctica del pensamiento racional, pero llegando a casa de pronto descubres, con el frío dándote en las narices y la lluvia calándote hasta los huesos, que has sido gilipollas porque has estado oyendo durante varias horas una serie de sandeces (a continuación daré más detalles acerca de las mismas) procedentes de una persona que en realidad te importa bien poco. Entonces te imaginas que eres el prota de una peli de Woody Allen o que eres el mismo Woody Allen representándose a sí mismo y no Annie Hall. Vamos, que se te queda cara de gilipollas .

Sí, también eres una soñadora, de eso no cabe duda. Tienes la esperanza de que cada persona que conozcas llene un vacío que marque la diferencia, pero si alguna vez confiaras más en tu intuición te irían mejor las cosas. ¿De qué te sirve ahora darte cuenta de que te han vuelto a dar gato por liebre horas después? Eso de acción-reacción no va contigo. Porque ya lo has hecho otra vez: has vuelto a mover cielo y tierra para quedar con una persona que no cambiaría su agenda por ti en absoluto. Y encima has escuchado sus juicios de valor como si de verdad te importaran. Lo peor de todo es que te han dicho en tu cara que eres un ser extraño, que eres una rara, y te lo has tomado bien, con una sonrisa. ¡Pues no! Nadie tiene derecho alguno a calificarte de ‘rara’ cuando no te conoce en absoluto. Nadie es raro en este estúpido teatro; el raro es el disfuncional que prefiere juzgarte a conocer todo ese mundo interior tan interesante e inabarcable que aún no ha descubierto y que está ahí, latiendo fuerte. Eres rara para esa persona porque hay muchísimas cosas de ti que desconoce. Sin embargo, en vez de poner interés en conocerlas las juzga desde fuera con la frase estrella ‘eres rara’. Bravo por esta maravillosa sentencia. Pura filosofía existencial, amigo. Trascendental, mi querido Watson. Ah, no, que era ‘elemental’.

Al final acabas sintiéndote ridícula cuando te das cuenta de que si de verdad le interesaras no te diría algo así sino que te aceptaría y procuraría entenderte, pero se ha quedado en la superficie con sus juicios baratos. ¿Para qué adentrarse en lo desconocido si el atajo es decir que algo es difícil o raro? ¿No empiezas a odiar esa palabra? ¿Por qué no valoras tu tiempo? ¡Valora tu tiempo, por favor! ¡Valórate! Te ha caído nieve encima, te ha meado un perro en el pantalón y has hecho malabares con tu agenda para quedar con un tipo que con una sonrisa te vende filosofía barata y que además, se cree con derecho a juzgarte.

Por si esto no fuera poco, en otras ocasiones has tenido que oír cómo alguien, también sin conocerte, ha deducido que no os entendéis. Y como a veces le das demasiadas vueltas a la cabeza y lo sabes, tu primera reacción es hundirte y preguntarte qué es lo que anda mal en ti para que quien te interesa no se moleste en conocerte realmente. ¡Deja de culparte todo el tiempo! Aprende a perdonarte a ti misma. Todos nos equivocamos. Date cuenta de que una persona que sin conocerte dice que no os vais a entender está predisponiéndose a eso; te está ofreciendo una excusa muy barata para que no vayáis a más y por supuesto, hace alarde de un cinismo que le queda grande. Es ridículo, la verdad. ¡Ah! ¿Y qué pasa con ese chico que te dijo que te gustaba aquel estilo ‘raro’ de música porque algún hombre te lo había enseñado? Por supuesto, ¡tú, que eres una simple mujer, no puedes tener gustos musicales propios! Como según algún listillo estas tendencias musicales no son comunes en mujeres, de manera irremediable has debido de aprenderlas todas de un hombre. Como si tú no tuvieras cerebro y tuvieras que pedirlo prestado a alguien con ciruelo, vamos.

Por favor, no vuelvas a permitir que nadie te diga que eres rara y encuentra a quien te quiera encontrar a ti; encuentra, en definitiva, a quien te diga que le pareces una persona interesante. No vuelvas a sentirte como la pieza que no encaja en el puzzle. ¿Eres rara porque eres independiente? ¿Eres rara porque tienes un gusto musical concreto o porque vives la vida de otra forma? Sencillamente eres diferente, como todos los demás, y eso también te hace especial. En próximas entregas seguramente me toque explicarte por qué no debes permitir que alguien te diga ‘loca del coño’. A este paso… Anda, vete ya para casa, que la lluvia ha arreciado y con este viento helado vas a pillar un resfriado considerable. Luego en la cama te piensas mejor las cosas antes de volver a ser tan tolerante como para tener que escuchar gilipolleces que ya escuchas a diario en televisión o en la casa del vecino. En fin, mañana será otro día. Y no vuelvas a mojarte por nadie más que no se moje por ti, que no vas a ganar para médicos. Siempre ahí, dándolo todo, corriendo bajo la lluvia, cubriéndote de nieve, para luego volver a casa con la sonrisa torcida y un montón de interrogantes que no te dejan dormir.

Autor: Laura Martínez