Hace unos días una reputada compañía publicó un informe con una conclusión que me dejó bastante ojiplática: las mujeres necesitan cumplir con todos los requisitos de una vacante de empleo para decidir solicitarla, mientras que a los hombres les basta con cumplir con el 60% de las habilidades requeridas.

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Este titular fue todo un golpe de efecto en mi psique, porque yo soy como esas mujeres que no solicitan un empleo si no cumplo el 100% de los requisitos o incluso los supero. Las mujeres nos autoexigimos tanto que nos estamos haciendo un flaco favor. Somos profesionales, estamos capacitadas y muchas veces sobrecapcitadas, tenemos formación, aptitudes… ¿qué nos pasa?

Las universidades están repletas de mujeres en sus aulas. Pero la realidad es que las mujeres ocupamos solo un 11% de los puestos directivos en España.  ¿A qué se debe esta brecha salarial? Si hasta se ha demostrado que las empresas con mujeres directivas son más rentables.

Entonces, si no hay ninguna razón objetiva que nos relegue a puestos inferiores ¿Por qué no hemos avanzado más? Es probable que gran parte de la culpa la tengan los estereotipos sociales que aún pesan mucho, pero creo que lo que más pesa es la educación que recibimos desde la infancia.

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La educación sigue alimentando que los niños sean valientes y asuman retos, mientras que a las niñas se les insiste en que sean perfectas, que sonrían, sean agradables, sociables, amorosas y actúen con cautela. Nos parece perfecto que las niñas saquen buenas notas, pero de alguna manera les insistimos en que es preferible que se mantengan en un discreto segundo plano, que se comporten educadamente, que eviten los conflictos y los riesgos. Elogiamos a una niña cuando se comporta bien, está callada o pintando. Mientras que a un niño le premiamos cuando nos demuestra lo valiente que es o cuando supera peligros. En consecuencia, en los niños fomentamos que asuman riesgo y en las niñas impulsamos que simplemente sean correctas.

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¿Y si empezamos a decir a las niñas que no hace falta que sean perfectas? Nos han enseñado a no arriesgar y a que es preferible no salir de nuestra zona confort. Pero es hora de empezar a demostrar al mundo lo que somos, sin miedo a nada. Somos profesionales, productivas, leales, responsables, generosas, positivas, fuertes, empáticas, realistas, soñadoras, apasionadas, agradecidas, visionarias y además SOMOS VALIENTES: ¡ÁNIMO VALIENTES!