Imagina una pecera llena de peces que nadan hacia una dirección. Tú eres de un color distinto y nadas hacia otro lugar. Todos esos peces son criados desde pequeños para no perderse ya con una edad, pero como si de la mismísima Dory estuviéramos hablando, nosotros nos perdemos. Sin importar la edad, ni el momento, un día te sientes como si pertenecieras a ninguna parte. Quizás porque seas diferente, o sientas distinto, qué sabemos nosotros pero hay algo que nos dice que no sabemos del todo si serviremos para esto.

Yo

No sirvo para olvidar todos los momentos que he vivido contigo.

Que la silla de mi abuela esté vacía los cumpleaños y navidades.

Para aceptar que nos pasamos la vida escribiendo el pasado, siendo los ex o el antes.

Que tenga que decidir lo que soy y no tener tiempo para cambiar las X de casilla.

Para que me digan «demasiado bueno» como si fuera algo malo.

Vivir como si mis extremidades fueran un reloj de arena y me fuese a acabar en minutos.

No sufrir el picor de las mentiras de una historia ficticia.

No cambiar de piel cada vez que esta no encaja con el nuevo yo.

Para las ausencias, como si mi mundo solo fuera un pasillo repleto de puertas abiertas y cerradas.

No negarme lo que sé que es cierto, pero me niego, por el miedo más kamikaze.

No querer encontrármelo una vez más andando por Madrid.

Para no temer el momento sin ropa y el automático de mis manos queriendo esconderme.

Conocer, entender, querer, besar y pensar a otra persona como si no hubieran existido otras antes.

Para no escuchar esa canción y reproducir nuestra historia con los mejores efectos emocionales.

Para no imaginarme siendo libre de mí mismo, sin jaula, ni pensamientos que me impidan volar.

Ser otro en la primera cita cuando ser tú debería de ser suficiente para querer conocerte.

No sirvo para no reírme de todo, gritando por dentro, como medicina a la tristeza.

Vivir sin mi familia, sabiendo, que la que he escogido será mi único paragüas en los días de lluvia.

Pensar en las personas como un capítulo corto.

No querer un cuento de hadas.

Para que las únicas opciones sean nadar o ahogarme.

No despertarme antes y observar el otro lado de la cama.

No sirvo para no tener un hogar.

No pensar que mañana será mejor.

No sirvo para no ver el nadar hacia otra dirección como una oportunidad a conocerme.

Supongo que no estás apuntando todas las cosas para las que crees que no sirves, porque si pones el zoom descubrirás que son especiales y únicas, pero nos empeñamos en verlas como obstáculos para no resquebrajar todos los «noes» en los que nos ocultamos. Quito las interrogaciones a lo que podría ser una pregunta: Y si nos aceptamos, besamos, volvemos locos, chocamos unos con otros y reímos en esta pecera llamada mundo. Quizás y solo quizás entendamos que a veces perderse significa encontrarse.

Daniel Ojeda