A veces echamos la culpa a la industria de la moda. A veces nos olvidamos de que somos nosotras las primeras que nos tiranizamos. Que nos miramos al espejo y decidimos ponernos un saco de patatas para cubrir nuestras vergüenzas. Y no, no hablo de nuestras lorzas, hablo de nuestras vergüenzas, de nuestros complejos (y no sólo físicos), esos que tenemos todas sea cual sea la talla.

Nos han vendido un modelo de supermujer capaz de encargarse de la casa, la familia, ser una profesional y además ir divina siempre. Diosas de otra dimensión con capacidades infinitas que crean una brecha entre la realidad y ese Olympo imaginario de las revistas femeninas. Y esa brecha se traduce en frustración frente al espejo. En trabajadoras altamente capacitadas que no saben si vestir como una mujer es demasiado sexy para el trabajo. Que corren del trabajo a recoger a los niños de las actividades extra-escolares, o a casa de los abuelos. Que prometen hacer el disfraz de la función del colegio y acaban comprándolo en los chinos con un sentimiento de culpabilidad nunca imaginado. Mujeres que cocinan, limpian y leen cuentos antes de dormir. Mujeres que dicen que sus maridos las ayudan.

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Y yo digo basta. Fin. Yo no quiero este modelo de mujer. Yo quiero ser imperfecta y que me quieran con todas mis imperfecciones. Quiero ir al trabajo con escote sin tener que pensar que alguien va a dudar de mi profesionalidad por ello. Quiero una pareja con la que repartirme las tareas, un compañero de fatigas y alegrías, no alguien que me ayude. Ayudar supone que todas esas cosas pertenecen a mi ámbito y no, no es así. Quiero levantarme con ojeras por una noche loca y no tener que ponerme pote hasta el infinito. Quiero llevar las uñas cortas y sin pintar. Quiero los labios rojos sin que alguien añada un »putón» de coletilla. Quiero ser esa (futura) madre que hace disfraces horribles pero con todo el amor del mundo. Quiero salir a bailar (¿qué coño pasa con la gente que ya no baila?). Quiero decir tacos sin que nadie suelte algo referente a lo mal que quedan en una mujer. Quiero hablar de sexo (y practicarlo), con total libertad sin que por ello me consideren fresca. Quiero ser conscientemente imperfecta. Mirarme en el espejo y decir esta soy yo; no soy una supermujer, soy solo una mujer luchando por hacerlo lo mejor posible.

Ser imperfecta no es ser mediocre. Es reconocer una realidad. Es ser responsable con uno mismo. Ser imperfecta es lo que quiero ser. Y a la mierda todos los clichés con los que nos hacen tragar.

Autor: Ruth

@tarareameotrave

Foto destacada: Moderna de Pueblo