Esta semana me he dado cuenta de algo importante: he aprendido a encajar las decepciones. Me ha costado años acostumbrarme pero, por fin, a mis dulces 30 lo he conseguido. Una amiga que deja de llamarte dándote excusas para todo, un chico que crees que puede resultar interesante y luego no lo es, una pareja que siempre te promete cosas que jamás cumple, tu grupo favorito que saca un disco terrible, ese trabajo que tanto llevas persiguiendo y que ves que se te escapa de las manos…
Antes lloraba o me enfadaba, buscaba y pedía explicaciones, necesitaba saber por qué aquello no resultaba ser como yo esperaba. Ahora ni me molesto. Lo positivo de esto es que deja de doler. Ya no noto el dolor que provocaba ver que te engañan porque no quieren quedar contigo, ya no lloro al ver que pasan de mi cara, ya no espero grandes cosas de nadie. No me gusta pensar que he pasado de vibrar y emocionarme por todo, a ser una persona sin ilusiones, pero siento que está pasando. He aprendido a anular mi corazón, dejando todo el trabajo a mi cabeza. Me he convertido en una persona fría, no por falta de emociones o sentimientos, sino por sobrecarga de decepciones, tengo el cupo cubierto.
Qué paradoja. Nos pasamos la vida buscando la tranquilidad y la paz, y una vez la encuentro (aunque sea de esta manera), solo echo de menos el dolor y la emoción. Echo de menos sentirme viva y desconsolada. Echo de menos sorprenderme si alguien me miente, echo de menos llorar si alguien me rompe. Echo de menos la inocencia, el no saber cómo y cuándo te van a decepcionar. Odio mi cara de chula, cuando me decepcionan y pronuncio para mis adentros un ‘lo sabía’, sonrío como si nada y sigo a otro tema. Al final las decepciones ni te ilusionan, se convierten en las causantes de tu desconfianza.
Una vez me dijeron ‘si no quieres decepciones, no te ilusiones’. Yo desde aquí os digo, ilusionaros todo lo que podáis y recibir las decepciones con los brazos abiertos, pero jamás dejéis de sentir, aunque duela. Pensad que hay situaciones que son como los partidos de fútbol de grandes equipos contra pequeños, la mayoría de veces sabes el resultado pero cuando pasa algo que no esperas la alegría se multiplica por un millón.
Autor: Puti Jones.
