Una de las peores experiencias que quizás he tenido, pero una de las más constructivas y que me han hecho abrir los ojos fue quedar con una persona demasiado directa, desconsiderada, interesada y con una pizca de vanidad.

Desde mi adolescencia las inseguridades me acompañan: nunca me he considerado una chica guapa y tampoco tengo un cuerpo escultural. También he arrastrado durante años las críticas por parte de algunas compañeras de clase que me hundían más y más por no ser como ellas. Al empezar la universidad, poco a poco fui cogiendo confianza en mí misma otra vez, aun así era INSEGURA.

En un alarde de valentía quedé con alguien que se encargó de abrirme los ojos. Y no, no fue con comentarios precisamente bonitos. No fue una cita. No al menos así como se desarrolló. Al empezar se me impusieron unas condiciones al más puro estilo “Cincuenta sombras de Grey”, solo faltaba el contrato y firmarlo.

A mí no me convencía nada, así que el sujeto intentó hacerme cambiar de idea con “psicología inversa” (realmente dudo que se pueda llamar así). Una de las frases que usó y se me quedaron grabadas fue: “seamos realistas, no eres de las más guapas”.  Me partió en dos. Obviamente tuve el suficiente coraje para mandarle a paseo, porque no valía la pena.

Al día siguiente me levanté resacosa, con ganas de vomitar, con el estómago revuelto. Todo me parecía mal. Pero a medida que iba pasando el día empecé a reflexionar y a sacar lo positivo de aquella mala experiencia.

Número uno: alguien que busca una noche loca y salvaje tirando la moral por los suelos a otra persona NO es de fiar. ¿Cómo te vas a quitar la chaqueta, el jersey, la camiseta y el sujetador, si lo primero que ve ya no le gusta? Me merezco más.

Número dos: no soy un objeto, soy una persona. Entonces no soy de más o menos calidad, no soy ni más ni menos que otras personas. No hay lugar para las comparaciones. Eso me da que pensar que  somos como somos y no nos tenemos que sentir mal e inferiores ante nada ni nadie.

Número tres: nadie tiene derecho a decir cómo soy por fuera, cuando ni siquiera me conocen por dentro. Aunque suene a topicazo, para mi la verdadera belleza está en el interior. La fachada no siempre nos habla del interior. Detrás de una sonrisa de extrema blancura puede haber una maldad escondida.

A partir de ahora… creo que me voy a valorar un poquito más. Y es lo que deberían hacer otras mujeres inseguras, las que no están a gusto con sus cuerpos ni con su físico. Todas tenemos una belleza pero no todos la saben apreciar porque no pueden percibirla.

Yo quiero alguien que me quiera, que me quiera de verdad tal y como soy. Porque me lo merezco. Porque nos lo merecemos. Quiérete.

Autora: MPorioleta