Seguro que alguna vez os habéis sentido en la mierda. Esos momentos en la vida en los que todo va mal, en los que por más que os esforcéis nada sale bien, en los que parece que estáis tocando fondo y en los que no os podéis hundir más. Y después de ese estado tan catastrófico pasa algo peor todavía y te hundes más aún en la miseria. Una verdadera pesadilla, vamos.

Pues yo llevo una racha que se aproxima un poco a lo que describo arriba. Una racha que, por unas circunstancias u otras, tanto personales, como físicas, como profesionales, no termino de levantar cabeza. En la que todo se ve negro y no hay manera de salir del círculo de oscuridad.

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Estaba harta de lamentarme y de no encontrar solución a mis problemas. Estaba harta de encontrarme mal, harta de no ser yo, harta de no tener perspectiva. No es que los problemas se hayan evaporado, porque no ha sido así. Pero de repente he visto una luz. He tenido una catarsis y por fin mi cabeza ha hecho clic.

Al salir del metro he mirado al cielo y he visto el sol. Tenía un color tenue, medio nublado, nada llamativo ni espectacular, una luz débil, de las que nadie valora ni sube a Instagram. Pero me enamorado de esa luz que siempre está ahí, aunque no nos fijemos, esa fuerza de la naturaleza me ha hecho sentir viva. Y he sonreído de verdad. Porque cuando todo lo que te rodea es mierda, sonreír es un acto revolucionario. Así que he sonreído y he montado mi propia revolución.

 

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He visto un cartel en el metro de una obra de teatro que decía “He nacido para verte sonreír” y me he acordado de mi madre. Siempre me dice que cuando tiene un mal día o no le encuentra sentido a la vida o cuando simplemente se encuentra mal, se acordaba de mi sonrisa y le llena de energía. Y me he emocionado mucho y me he prometido a mí misma que no puedo dejar de sonreír. No puedo dejar de ser yo.

En el trabajo me esperaba un día complicado con bronca incluida. Pero en lugar de eso me he topado con toda una lección de liderazgo femenino que ha actuado en mi psique como un revulsivo. Apoyo, empatía, sororidad y compañerismo a raudales. He sufrido una catarsis que me ha hecho volver a creer en el poder individual de las personas para cambiar el mundo. Magia de la buena.

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Escuchando una playlist de Spotify me ha saltado “Qué Casualidad” de Shinova y me han dado ganas de tatuarme la letra:

“Alguien ha encendido el faro cuando iba a naufragar…

si vimos sombra es que siempre hubo luz…

la bengala que nos salva del silencio más oscuro…”

Mi marido me ha llamado por teléfono y ha colgado a los dos tonos. He interpretado que se había equivocado y le he escrito un WhatsApp preguntándole si quería algo. Y me ha contestado: “Te quiero a ti”.