El otro día me preguntaron qué tal y, de forma automática, respondí con un: sobrevivo. Me salió sin pensarlo. Real. Auténtico. Porque sí, sobrevivo.

Los días son rutina, mientras me agarro a los miedos para evitar caerme. Camino con pasos pequeños, no vaya a ser que tropiece.

Los días se miden en paradas de metro, notificaciones, mails. Y los meses, en facturas, sueldos y páginas que pasar en la agenda. Me cubro con “y si” y con “puede que” para evitar que me zarandeen por dentro. Porque más vale corazón intacto que corazón roto, me dicen. Me digo.

Y de miedos se van llenando los pasos, esas paradas con las que mido los días, esas páginas de agenda con las que se van los meses. De miedo se rellenan las ganas y la ansiedad termina anegando la vida. La mía y, tal vez, la tuya. Porque el miedo a lo que pueda pasar, el miedo a no sufrir, el miedo a que un inevitable mal llegue termina por hacer que se viva sin vivir.

the-hours-julianne

No queremos cambiar, no queremos salirnos de la rutina, no queremos arriesgar. Pensamos en los contras, en los problemas que llegarán, en que no hay que arriesgar para no sufrir, en que es mejor prevenir. Y así, aprendemos a sobrevivir. Nos acostumbramos a anticipar un posible sufrimiento que puede que algún día llegue o puede que no.

Pero creo que ya he anotado demasiados días en la agenda con previsiones, con cuadricula y amarrada al miedo. Quiero equivocarme y saber cómo rectificar. Que si viene algo malo, me dé de golpe pero que sea capaz de incorporarme. Quiero vivir viviendo. Que la ansiedad y el miedo no amolden mi rutina. Quiero comer el mundo a cucharadas o a lametazos, según quiera. Quiero que me zarandeen por dentro, que me trastoquen el mundo, quitarme los “y si” sin miedo. Puede que no llegue a lo que quiera, que me quede en un escalón pero he de intentar subirlo.

Sí, sufriré, lloraré y me arrepentiré. Pero ya lo hago tratando de evitar eso tan malo que puede pasar. Que no me quite el sueño el miedo, que me quite el sueño todo lo que queda por vivir.

Que mis días ya no se llenen de miedos, que rebosen los sueños que cumplir.

Está claro. Dejemos de sobrevivir para empezar a vivir.

Fotografías: The hours (2002) (Paramount Pictures / Miramax)