Nos encanta que nos dejéis comentarios. A mi particularmente suele alegrarme los días y me encanta contestaros siempre que puedo. Lo que no me gusta tanto es que sigáis dejando hablar a vuestra perra interior en ellos.

¿A qué me refiero con esto? Muy fácil. Nos cuesta muy poco ver las maravillas que tienen otras personas pero nos sigue costando la vida reconocerlas en nosotros mismos. Con frases como ‘es que veo ese vestido en ti y me encanta, pero yo no me atrevería’, o ‘mi sueño sería llevar el pelo como el tuyo pero es que a mi seguro que no me queda bien’, me dan ganas de llevaros de los pelos a la tienda y obligaros a que os probéis ese mismo vestido. Así os daríais cuenta de que lo ÚNICO que hace falta para ponerse un vestido estampado, corto o con volantes, son ganas. Y que cuando lo hagáis y por fin os atreváis, os sentiréis las reinas del maldito universo.

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Y esto no solo sucede en los artículos de moda. Lo mismo aplicado al sexo, las relaciones, a las amistades. Para disfrutar de la vida hay que salir de tu zona de confort y arriesgar, arriesgar sin miedo. No podemos lamentarnos de que no ligamos si ni tan siquiera salimos de casa. No está bien lloriquear y quejarnos de que nuestros amigos no nos llaman, si tampoco sale de nuestra parte el llamarlos a ellos y proponer planes divertidos.

Sé que muchas veces la falta de autoestima es la causante de este miedo que nos paraliza y nos impide avanzar hacia lo que realmente queremos. Lo sé por experiencia. Pero también sé que el día que decides que quieres cambiar, solo está en tu mano hacerlo y que como dice más arriba, la magia sucede precisamente en esos lugares en los que hasta ahora no te habías atrevido a entrar.

Ni Rebeca, ni yo, ni ninguna de las chicas que aquí exponemos nuestras vidas (de forma voluntaria y animosa) somos ejemplo de nada. Luchamos como vosotras para salir a la calle cada día con la cabeza bien alta y hay veces en las que es sencillamente imposible hacerlo. Lo que os quiero decir con todo esto, es que no os comparéis con nadie y que la única razón por la que no te has puesto ese vestido rosa chillón que te mira desde el armario, eres tú misma.

Ánimo coño, que vas a estar preciosa.