Os voy a contar un secreto: no soy perfecto. Es más: vosotras tampoco sois perfectas ¿Y sabéis el colmo? Que la vida tampoco es perfecta. Menuda putada ¿Y ahora qué hacemos?

Pues mira, hay dos opciones: regodearte en esa imperfección, la tuya y la de la vida, y acunarte en la tristeza y en la pena, o ponerte el mundo por montera y acuñar la felicidad como forma de vida ¿Y eso cómo se hace? Si no eres perfecta, y la vida tampoco es perfecta… Es que nos lo ponen complicado ¿eh?

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El otro día estaba con mi amigo Manu, un diseñador maravilloso del que ya os hablaré y conversamos sobre esto. Sobre ser feliz. Tengo la costumbre (y el vicio) de preguntar siempre a mis amigos en algún momento de las conversaciones si están felices, porque me gusta que lo estén, porque creo que todo el mundo merece ser feliz, porque si ellos lo están, yo lo estoy. Si todo el mundo fuera feliz ¿os imagináis? Si cada uno se preocupara de ser feliz consigo mismo, todos seríamos felices con todos. Además, estar triste gasta mucha más energía que estar feliz, es más costoso, agota, y no es productivo.

Pues bien, a Manu también se lo pregunté: «¿Estás feliz?» y él me contestó: «Bueno, el otro día se fue mi novio por una temporada otra vez, ya sabes que trabaja fuera, y me quedé un poco triste. En realidad no es tristeza, es pena, porque yo triste no estoy nunca. Yo siempre estoy feliz, fui diseñado por mis padres para ser feliz en cualquier situación. Soy tortillero emocional».

 

Tortillero emocional. 

Me quedé callado, con una sonrisa dibujada en la cara. Mi amigo acababa de resumirme en dos palabras el secreto de la felicidad. Qué maravilla. ¿Y qué es ser un tortillero emocional? Pues darle la vuelta a la tortilla todo el rato. Cuando te pasa algo que no te gusta o que no es lo que esperabas, la primera reacción es ponerte negativo. Pero si le das la vuelta, y buscas la parte positiva, que siempre, siempre, siempre la hay, te das cuenta de que era lo que tenía que pasar, aunque sea como lección en la vida. Siempre hay una parte positiva a la que dar la vuelta sobre la negativa. ¿Es fácil? No. Pero le acabas pillando el punto. Es cuestión de práctica y de echarle ganas.

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Manu, por ejemplo, no estaba triste porque su novio se había ido, estaba feliz porque pasó unos días con él y porque volvería a verle dentro de poco. Tampoco estaba triste porque tiene que invertir su tiempo libre a la salida del trabajo en lo que a él realmente le gusta, diseñar ropa, estaba feliz porque podía hacerlo aunque fuera a costa de horas de sueño.

No tener éxito en algo no es un motivo para estar triste, es una oportunidad para superarte. Que las cosas no salgan como uno espera no es una razón para entristecerse, es un aliciente para esperar aún con más ganas las siguientes que tengan que venir. Que a otra persona le vaya mejor que a ti no es un hecho para venirte abajo, es un motivo para alegrarte por ella y tomarla como ejemplo.

Así que dale la vuelta a la tortilla, y sé feliz. Porque la felicidad no es un estado de ánimo, es una actitud.