Reconozco que hacer un viaje con dos niños pequeños (3 años y 10 meses) me daba una pereza terrible. Cuando coges un avión pueden surgir mil circunstancias y mil complicaciones que te hagan perder los nervios y la paciencia y que conviertan el viaje en un auténtico suplicio. Con niños se puede multiplicar por un millón al cuadrado.

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Con el mayor ya habíamos cogido aviones, pero con la bebé no. Así que me imaginaba un paisaje desolador, en el que se mezclaban los gritos y los lloros, con las cacas, mocos y vómitos  y realmente me daba muchísimo pánico enfrentarme a semejante reto a 12.000 metros de altura. Como decía Teresa en este post, estaba teniendo más en cuenta los riesgos que las recompensas. El pánico escénico se había apoderado de mí y me daba toda la pereza del mundo asumir el riesgo.

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Pero efectivamente  viajar es una de las cosas que más me gustan y tenía que atreverme a viajar con los dos peques en avión. Y sorprendentemente: ¡fue genial!

Si estáis dudando y no os atrevéis a organizar unas vacaciones en familia, os dejo algunos consejos para que viajar con niños sea un éxito:

Destino: si los niños son muy pequeños os recomiendo elegir un destino relativamente cercano, acotando lo más posible las horas del vuelo.

Compañía: cuando viajo con niños siempre apuesto por compañías aéreas que no sean low cost. Pagas un poco más de entrada, pero te permiten facturar todos los bártulos y respiras tranquilo sin sobre costes de equipaje extra. Además no ponen impedimentos en llevar bolsas de mano cargadas de utensilios varios y el carrito te dejan llevarlo hasta el momento de subirlo al avión y te lo devuelven nada más desembarcar.

 

Embarque: a la hora de embarcar en casi todos los aeropuertos hay filas especiales dirigidas a personas con movilidad reducida y también a familias con carritos de bebés. Esto me parece un detalle maravilloso. Además cuando te ven con los bebés, no suelen poner impedimento en dejarte pasar con agua, potitos, biberones, etc. A nosotros no nos han puesto nunca ningún problema.

Horas de espera: con niños es mejor ir con bastante tiempo, ya que como os digo pueden surgir muchos inconvenientes y si vas con la hora justa puedes acabar al borde de un ataque cardiaco. Es mejor pasar un rato extra mirando las tiendas del aeropuerto que llegar corriendo con la lengua fuera.  En muchos aeropuertos hay pequeños parques infantiles donde pueden jugar un rato, darse unas carreras y soltar un poco de adrenalina. Además podéis aprovechar este momento para cambiar pañales (durante el vuelo es más complicado) y darles la comida o la toma de leche correspondiente. Observar los aviones desde la ventana y explicarles el viaje les encantará y estarán deseando subirse al avión.

Vuelo: las horas del vuelo es el rato más estresante. En el avión el espacio es tremendamente reducido, donde los niños apenas tienen movilidad y se ponen nerviosos. Además la presión en los oídos puede molestarles. Mi recomendación es que los niños vayan picoteando algo sobre todo durante el despegue y el aterrizaje. De esta manera amortiguan mucho la presión y están más cómodos. Nosotros siempre llevamos gusanitos o galletas para ayudarles. Para que el vuelo se pase más rápido además vamos cargados con pinturas, cuentos, algún juguete reducido y el iPad que nunca falla.

Destino: una vez en el destino toca disfrutar en familia. Los niños suelen portarse genial durante las vacaciones, al menos a los míos les encanta que estemos juntos los cuatro. Lo importante es respetar sus tiempos y horarios e intentar mantener una rutina en la medida de lo posible. Se cansan más que nosotros, así que hay que prever ratos para que descansen y se echen sus siestas. Además os recomiendo que nunca falte agua y comida. Los niños suelen tener mucha hambre cuando hacen turismo, así que nosotros siempre llevamos fruta y pequeños bocadillos.

Viajar es una de las experiencias más fantásticas que se pueden regalar a los pequeños de la casa. Está claro que ellos no recordarán el destino cuando sean mayores, pero sí serán conscientes de lo que significa viajar, respetar las normas, aprender a convivir en otros entornos, ser responsables de sus cosas y a observar escenarios distintos. Viajando les estamos enseñando mucho más de lo que nos parece, son auténticas esponjas, que además disfrutan muchísimo con cualquier detalle.

Nuestro último viaje en familia ha sido un auténtico regalo para los cuatro y una prueba más que me ha animado a no ponerme barreras. Como dicen las jefas en GordifuckingBuena: “la magia empieza al final de tu zona de confort”.