A ti, que miraste de reojo el asiento libre a mi lado, temiendo sentarte por si la gorda te aplastaba.
A ti, que escudaste tu negativa a dejarme a entrar en un «no llevas la ropa adecuada», cuando la realidad es que las gorda afean tu local.
A ti, que me gritaste gorda, foca, Moby Dick desde tu coche para conseguir la aprobación y las risas de tus «amigos».
A ti, que mientras paseabas con tu novio, me mirabas, le susurrabas y os reíais, para reafirmar la seguridad de que a él le gustaban las chicas «como tú».
A ti, que al cruzarte conmigo en la discoteca, buscabas la mirada cómplice y divertida de tu grupo de amigos. Y si no me habían visto, no disimulabas mientras me señalabas.
A ti, que al decirte que me gustabas no se te ocurrió una respuesta mejor que «cuando adelgaces hablamos».

A ti, que después de meses e incluso años sin vernos, tus primeras palabras iban dedicadas al cambio que había sufrido mi cuerpo en ese tiempo.

A ti, que cuando jugábamos a hacer tapones en los toboganes de la piscina gritaste “la gorda no, que me mata” cuando viste que detrás de ti, iba yo.

A ti, que te reíste de mi por cenar en McDonalds mientras tú hacías exactamente lo mismo.

A ti, que cuando fui a tu consulta me recomendaste dejar de comer donuts y beber refrescos, sin ni siquiera conocer mis hábitos de alimentación.

A ti, que en cada cambio de clase me seguías para insultar y humillarme delante de todo el colegio.

A ti, a todos, gracias por hacerme mejor persona.

Gracias a ti sé que siempre tendré sitio en el transporte público al lado de otro gordo o gorda, aunque nuestros grandes culos amenacen a las barras de los asientos. Sé que nunca juzgaré a alguien por su apariencia física o su forma de vestir. Sé que conseguiré amar a alguien por todo lo bueno que tiene que ofrecerme y no dejaré pasar la oportunidad de conocerle por sus kilos de más. Igual que también sé que nunca amaré a alguien que me juzgue por mi físico. Sé que nunca trataré a la ligera los cambios del cuerpo de otra persona, sin conocer primero sus circunstancias. Sé que nunca humillaré a nadie por ser como es.

Y todo esto lo sé, porque jamás desearía para otra persona el sufrimiento que tú has provocado en mí. Porque gracias a ti he aprendido la mayor lección de mi vida: de todas las situaciones dolorosas, al final siempre surge algo bueno. Y ese “algo bueno” soy yo. Gracias por hacerme mejor persona.

Ana Belenguer